Organizaciones juveniles, legítimos movimientos de vanguardia

Estudiantes de la FEEM

Cada seis de diciembre los jóvenes cubanos celebran dos acontecimientos significativos que trascienden en la historia de la Isla: la fundación en los años 1964 y 1970 de dos organizaciones que llevan intrínsecas el respeto de los derechos básicos del hombre y su participación protagónica en el desarrollo de la sociedad.

El dinamismo que la Federación Estudiantil de la Enseñanza Media (FEEM) y las Brigadas Técnicas Juveniles (BTJ) imprimen en las masas más bisoñas de esta tierra las convierte en dos bastiones, en fortalezas desde donde el hombre nuevo cumple el rol social que le corresponde.

La primera, que agrupa a los estudiantes de la enseñanza Media Superior, a los adolescentes de los preuniversitarios, politécnicos, impulsa en cada centro escolar el despliegue de las tareas de la educación con énfasis en el estudio, como deber principal de los estudiantes para su formación.

Mientras que la otra, a la que se suman voluntariamente los jóvenes obreros calificados, graduados de técnicos medios y universitarios hasta los 35 años de edad, es la que en cada sector, organismo, empresa, esfera de trabajo, potencia la integralidad de estas generaciones y su inserción en el ámbito científico-investigativo, en aras de perfeccionar métodos y estilos, técnicas y prácticas que beneficien al pueblo.

Ambas, aunque agrupan a generaciones diferentes persiguen una meta única, común, esa que representa y gestiona las inquietudes y necesidades de superación como seres humanos ávidos de conocimientos, que estimula el ánimo investigativo, orienta, enriquece con criterios novedosos cada obra o proceso a iniciarse, que siembra oportunidades para transformar la sociedad en la que vivimos en pos de un futuro mejor.

Una desde las escuelas, otra en los centros laborales, pero unidas por convicciones y principios en pos de construir, de fomentar la conciencia social, la ética profesional y moldear la realidad de ilimitadas posibilidades para el desarrollo pleno del hombre y de la mujer.

Aunadas, hermanadas en un mismo corazón, el cubano, que late con bríos nuevos a diario por la fuerza que le otorgan la libertad, el respeto y derecho a hacer y ser protagonistas de cada obra, cada conquista de la Patria.

No en vano sus miembros, los jóvenes cubanos, van dejando sus huellas en los inimaginables rincones de la geografía cubana y foránea, vistiendo el júbilo de pertenecer a esas organizaciones, legítimos movimientos de vanguardia.