Palabras pronunciadas por Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de la República de Cuba, en el recibimiento a distancia a los médicos de la brigada Henry Reeve que se encontraban en Crema, Italia, al arribar al aeropuerto José Martí, 8 de junio de 2020, “Año 62 de la Revolución”.
Queridos compatriotas: ¡Bienvenidos a la patria!
Hace solo unos minutos ha terminado la reunión que correspondía realizar hoy en el Grupo Temporal de Trabajo que ha estado encaminando las acciones de enfrentamiento a la pandemia, y aquí nos hemos quedado un grupo de compañeros para participar en este recibimiento a distancia, que lo haremos más íntimo cuando ustedes hayan pasado la cuarentena; pero no quisimos tampoco violar todos los protocolos que ha establecido el país para lograr evitar la trasmisión de esta pandemia.
Están con nosotros el Primer Ministro Marrero, el Vicepresidente de la República Salvador, el Viceprimer Ministro Morales; los ministros de Salud y Comercio Exterior, Portal y Malmierca, respectivamente; el compañero Amado, secretario del Consejo de Ministros, y la doctora Tania Margarita.
Nosotros, en nombre del General de Ejército, en nombre de nuestro Partido, de nuestro Gobierno y de nuestro pueblo, les damos la bienvenida a casa.
El regreso de ustedes nos llena de profundo regocijo, porque retornan sanos y con la más humanitaria y noble de las misiones cumplida: salvar vidas.
Después de más de dos meses de intensa y arriesgada labor, nada nos gustaría más que abrazarles, uno por uno, para agradecerles su heroica misión; pero solo podemos tratar de tocarles el corazón hoy con palabras y decirles desde lo más profundo de nuestras emociones: ¡Gracias!, ya nos reencontraremos en otro recibimiento de mayor cercanía.
A ustedes les quedan por delante sacrificios aún más duros: como dos semanas más de aislamiento y seguir posponiendo el encuentro con sus seres queridos.
Espero que en todo este tiempo hayan sentido la admiración, el cariño y el orgullo que expresa cada palmada que nuestro pueblo ha dado por ustedes.
Ustedes representan la victoria de la vida sobre la muerte, de la solidaridad sobre el egoísmo, del ideal socialista sobre el mito del mercado. Con su noble gesto y su brava disposición a desafiar la muerte para salvar vidas, ustedes han mostrado al mundo una verdad que los enemigos de Cuba han pretendido silenciar o tergiversar: ¡la fortaleza de la medicina cubana!
Cuando ustedes partieron de La Habana rumbo a Crema, había muchas más incertidumbres que certezas con la epidemia. El virus apenas llevaba unos días poniendo a prueba nuestra capacidad de respuesta epidemiológica, pero sí teníamos algo muy claro desde las primeras noticias sobre la expansión del virus, que de una pandemia solo es posible salir también con un panesfuerzo.
El mundo está urgido de cooperación y de solidaridad, dos recursos de la voluntad humana que Fidel nos enseñó a cultivar como principios fundamentales de una Revolución en el poder.
El regreso victorioso de esta brigada de más de cincuenta personas, entre personal médico y de enfermería, tiene mucho significado de valor a la luz de esos principios. Personas de todas las latitudes, incluso en el mundo desarrollado, confían en la calidad profesional y humana de los trabajadores de la salud en Cuba.
Ustedes pusieron en lo más alto esa verdad, que los voceros imperiales han pretendido esconder, minar, enterrar con mentiras y agresiones en una descomunal, millonaria y mendaz campaña de descrédito y ataques infames.
Ustedes son esa idea justa capaz de parar un ejército desde el fondo de una cueva, de la que habló nuestro apóstol José Martí.
Ustedes, junto con el mensaje de vida que dejan en sus pacientes salvados, han vuelto a poner de moda la solidaridad cuando muchos creían muerta la ternura de los pueblos.
En los más de dos meses en que estuvieron lejos, el país no dejó de estar atento a cada mensaje trasmitido a sus familiares y compañeros. Desde aquí se les aplaudió cada noche y, mientras nuestras autoridades seguían de cerca su labor, se elevaron plegarias populares para que regresaran sanos y salvos con la misión cumplida.
Profesionales de casi todas las disciplinas científicas y académicas han articulado en nuestro país una poderosa red de la que han brotado estrategias de enfrentamiento a la epidemia, estudios de su evolución en todo el país y protocolos de atención a enfermos y población vulnerable, entre otras obras, que nos enorgullece mostrarles a ustedes como prueba de que quienes quedaron aquí batallaron también para estar a la altura de quienes fueron a dar un beso al mundo, como dice la letra de Valientes, la canción de Buena Fe, que se ha convertido en uno de los himnos en estos días.
Solo con el trabajo incansable, bajo condiciones excepcionales, de personas de todos los oficios y ese talento desbordado puede explicarse la razón de que le estemos ganando la pelea a la pandemia en momentos en que otra terrible pandemia, la del bloqueo y la guerra económica, se arrecian sin piedad desde la administración norteamericana más criminal, mientras más desprestigiada.
En estos dos meses y medio cruciales para el mundo, pero especialmente para una nación bloqueada hasta extremos genocidas, Estados Unidos nos negó e impidió compras de todo tipo, no compartió información ni actuó como establecen las leyes internacionales contra un atentado terrorista a nuestra Embajada en Washington y, en el colmo del cinismo, puso a Cuba en una lista de espurias naciones que no cooperan en la lucha contra el terrorismo. Actuó con particular alevosía en la persecución de embarcaciones de combustible desde Venezuela, e impuso nuevas sanciones contra inversores actuales o posibles y contra instituciones cubanas. Ya no queda hueco en el cinto que aprietan alrededor de Cuba.
No es por casualidad que las brigadas médicas cubanas que hoy defienden la vida en 28 países llevan el nombre del norteamericano que más hizo por Cuba: Henry Reeve, general de brigada de nuestro Ejército Libertador e inspiración permanente de quienes, como Martí, “amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting”.
Nos ha llenado de sano orgullo en estos días asistir a un creciente clamor mundial para que estas brigadas sean nominadas al Premio Nobel de la Paz. Con la misión que ustedes han cumplido contribuyeron sólidamente a impulsar ese movimiento.
Cuando el mundo sea un lugar más justo y noble seguramente se premiará a todo el sistema de salud cubano por haber transformado en hechos la prédica martiana de que “patria es humanidad”, a la cual consagraron sus mayores energías y esfuerzos Fidel, Raúl y la Generación del Centenario, de la que somos hijos y continuadores ustedes y los que hoy les damos la bienvenida.
¡Otra vez gracias! Obras profundamente humanas como las que ustedes hacen cada día, honran la memoria de Martí, de Fidel y de todos los revolucionarios cubanos; también inspiran nuestro grito invariable de: ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!
¡Bienvenidos a la patria! (Aplausos.)