«Soy un manzanillero que vive en Italia, tuve la dicha y el honor de despedir a nuestros médicos cubanos que prestaron servicio en Lombardía, aquí nosotros los bautizamos los Ángeles de las batas blancas».
Cuando al pueblo de esta Isla caribeña se le agolpa en el pecho el orgullo de recibir con la misión cumplida a los 52 colaboradores procedentes de Crema, en otros cubanos dispersos por el mundo, como el manzanillero Raúl Salgado Pérez crece igual el regocijo por la hazaña.
A casi 25 años de habitar en ese país europeo, él fue testigo directo del privilegio de amor y esperanza proveniente de manos médicas cubanas que contribuyeron con la atención a pacientes con COVID-19.
Las redes le dan esta oportunidad de contar a su pueblo el significado de la elocuente entrega de los Valientes, que enfrentaron la muerte en zona roja italiana contra una pandemia nunca antes vista.
«Pienso que no exista una medida para valorar el trabajo de nuestros galenos, de una cosa sí debemos estar bien seguros han puesto el nombre de Cuba bien alto», escribe el hoy residente de la ciudad de Milano.
Por ese gesto altruista que desafió tempestades, afirma «ya hasta los mismos italianos cuando dicen el nombre de Cuba se le nota la alegría en los rostros».
En sus palabras continúa dando fe del lazo inquebrantable que la solidaridad de estos héroes cimentó en quienes ya entienden la dimensión humana y justa de la medicina en la pequeña isla del Caribe.
Habla con la emoción de esa cubanía que no entiende de ausencias, que se agiganta con cada obra de amor de la cual uno o varios cubanos son protagonistas.
De la despedida, dice, «fue un encuentro organizado por nuestro consulado aquí en Milán, pues yo formo parte de la Asociación Siboney, que reúne a todos los cubanos residentes el norte de Italia».
«Y créanme que ese día me sentí como un niño con un caramelo, ver a esos héroes en persona fue muy impresionante».
Y lo describe como «un intercambio de palabras, donde tanto ellos como nosotros nos contamos anécdotas, experiencias; pero éramos nosotros los que le dábamos gracias por todo, y por poner el nombre de Cuba bien alto delante de toda la humanidad».
Y por ello «estamos recogiendo firmas para formar un granito de arena más, para luchar por el Premio Nobel de la Paz a nuestros Ángeles con batas blancas».
Desde la Lombardía estremecida por un acto de humanidad extrema, el manzanillero Salgado Pérez asegura sentirse enardecido, al igual que todos los cubanos que allí viven.
Por obras como la de los 52 médicos y enfermeros, señala, «tratamos de no perder nuestra raíz, enseñamos a los más jóvenes el amor hacia la patria que nos vio nacer».
Para él, quien labora en el departamento de farmacia del hospital San Donato Milanese y además es árbitro internacional de softbol, son nuestros internacionalistas de la primera Brigada Henry Reeve de vuelta a casa, embajadores de la vida.
Tal como lo es la Cuba que les formó y sembró en ellos esa grandeza de espíritu, «son, a lo italiano, Uomini di cuore gigante, hombres de grandes corazones».