Playitas de Cajobabo: el desembarco que no olvidó el Granma

Playita de Cajobabo, 11 de abril de 1895. Al roce de la proa con el lecho de arena y piedras, el bote rugió áspero, y se detuvo. El último tripulante saltó a tierra, y en la oscura-larga noche de Cuba se hizo una luz que todavía irradia claridades. «¡Dicha grande!».  

Quedaron atrás el mar agitado, más de una inconsecuencia, la traición-lección de La Fernandina, los sinsabores de una travesía casi trunca, y los desencuentros que hicieron más largo el ascenso a la libertad. 

No podían saber si mortales peligros acechaban entre los peñascos rugosos de la diminuta y hasta entonces desconocida playa que el azar escogió para el desembarco.

Sueños, hermosos más que las flores, en el apogeo de aquella primavera, llegaban unidos a un recodo de nuestro archipiélago, de las manos del Generalísimo de la Guerra de los Diez Años –el más experimentado de esa inconclusa refriega independentista–, y de las de otro hombre más joven, que llevaba en la mente un sol, y en el corazón una llamarada de Patria.    

En aquel desembarco de razones hubo continuidad, no ruptura. Máximo Gómez y José Martí encarnaban dos generaciones y una misma causa: la de la independencia de Cuba. Sus destinos en esa pelea se fundían, por necesidad y deber, con el de la América Nuestra, frente al ojo imperial que vigilaba.

Alertas debieron andar entonces, porque el adversario tenía cartas anexionistas y comadrejas pagadas para jugarlas. Financió serpientes para inocular el veneno de su anhelada confrontación generacional, y no le faltaron metalizados, prestos al ultraje.

Cuba continúa alerta, con los mismos principios que la hacen invencible: unidad y continuidad. El bote que llegó a Playita se multiplicó en otro, algo más grande, pero, igual que aquel, con una carga gigante de soberanía. El Granma fue del mar a la manigua de las lomas orientales y bajó triunfante, con una Revolución tejida por los mismos hilos, esos que desesperan al enemigo ante el curso inevitable de la nave hacia su futuro.