Salvar la Revolución es esencia, no luces para escena

Salvar la Revolución tiene implícito, lógicamente, salvar su imagen. Pero lo primero y más importante es salvar la Revolución.

Esa opinión la expuse a un compañero que, en tiempos de turbulencia, cuando una vez más desde EE. UU. se apuesta por echar abajo esta obra, me argumentaba que muchas veces se «es muy tolerante» con quienes «se meten en las comparsas contrarrevolucionarias», y luego toman videos y fotos que suben a las redes para acusarnos de represión.

Puedo coincidir, más cuando observamos –y lamentamos– que se involucren en esas componendas, recetadas desde Miami, personas que se hicieron profesionales en Cuba. Los hay informáticos, ingenieros, peloteros, y alguno que otro dramaturgo o «artista» de última hora, pero siempre constituyen ínfima minoría.

Es penoso doblemente, pues recibieron educación y aprendieron su oficio en el país que los vio nacer, donde nunca se les cobró un centavo por transitar desde la primaria hasta el posgrado.

Ha sido aquí donde sus familias contaron siempre con la asistencia médica gratuita, desde la atención a un simple catarro, hasta el trasplante de algún órgano cuando hizo falta, pasando por la inmunización total contra muchas enfermedades, con vacunas de calidad y seguras producidas en Cuba, frutos de la inteligencia y de la consagración de los científicos nacionales.

No creo que haya que temer a la «imagen» cuando se trata de desenmascarar a quienes han preferido optar por los cantos de sirena de personajes que, con dinero o con promesas, invitan y hasta convencen para sumar al carro del odio fabricado en EE. UU., con el solo fin de acabar con lo más importante: la Revolución.

Resultan huérfanos mentales quienes, en medio de una pandemia letal de alcance mundial, se suman a los que allá, en Estados Unidos o en Europa, viven de los millones que aportan gobiernos y alguna que otra ONG, para pagar a quienes protesten y alteren el orden, algo sagrado para una población que ha optado por el amor, la solidaridad, la tranquilidad ciudadana y el más fiel apoyo al proyecto social que construye.

Los que asumen el derecho que siempre han tenido para criticar y recibir respuestas, no pueden olvidar que, cuando su actitud tiene un propósito anexionista, y el odio se usa como estandarte, la ley no lo permite, y sus representantes y el pueblo tienen pleno derecho a actuar y poner freno legal a sus acciones.

Los que denigran todo lo que hemos alcanzado, incluidas nuestras propias vacunas contra la COVID-19, o exigen cambio de sistema para que se «resuelvan» todos los problemas, tienen que saberse parte del entramado mentiroso que se ha tejido desde Estados Unidos u otra nación europea; y eso, en nuestro país, siempre tendrá una respuesta digna, dentro de la ley y el respeto. Una respuesta de pueblo revolucionario.

Cuando la superficialidad de algunos cruza la barrera y se convierte en contrarrevolución, la inmensa mayoría, que es revolucionaria, sale a la calle y va hasta donde sea, para defender su país y su proyecto social.

Reconocemos que nuestro sistema no es perfecto, que nuestra educación es mejorable y que no hemos alcanzado los resultados deseados en algunos sectores que pudieron haber contribuido, en mayor medida, a satisfacer las necesidades del pueblo.

De igual forma, los que saben muy bien cuán criminal han sido las medidas del bloqueo impuestas por la potencia estadounidense durante más de 60 años contra nuestro país, y ahora, «de la noche a la mañana», se han fabricado la tesis de que el «bloqueo no tiene culpa», que de lo que se trata es de un «sistema fallido», además de superficiales e ineptos, se comportan como bufones del show mediático que se ha querido montar contra nuestra Patria.

También a esa pésima escenificación el pueblo revolucionario acudirá, no como espectador, sino como país, para mostrar la fuerza, la voluntad y el corazón que tengamos que ponerle a cada cosa que debamos cambiar o mejorar.

Pero siempre convencidos de que lo primero que hay que salvar es la Revolución, la de la gran mayoría de los cubanos y la de aquellos que, al calor de nuestro amor y solidaridad, la sienten como suya.