La medida fue recibida por los indígenas ‘sin gran sorpresa’ y demuestra la ‘incapacidad de diálogo del gobierno federal’, según Lindomar Terena, de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB), que organiza el campamento.
Realizado anualmente en la capital federal, la movilización llega a su 15 edición y se realiza del 24 a 26 de abril.
Las estructuras del campamento comenzaron a ser montadas en la mañana del miércoles en un local próximo al Congreso Nacional. Con la llegada de la Policía del Distrito Federal, los indígenas tuvieron que reubicarse en la Plaza de la Ciudadanía, al lado del Teatro Nacional, también en la Explanada de los Ministerios.
Para Terena, ‘la gente entiende que el empleo de la Fuerza Nacional demuestra que el Estado brasileño, nuestros gobernantes, no están preparados para entender cuáles son los derechos originarios, lo que es tierra indígena’.
La bandera de lucha del movimiento indígena en el ATL ‘siempre fue la lucha por el derecho al territorio. En ese año, luchamos para garantizar los derechos que están siendo atacados y desmontados’, dijo por su parte Angela Kaxuyana, de la Coordinación de las Organizaciones de los Indígenas Amazonia Brasileña (Coiab).
Precisó que el campamento, instalado bajo el lema Sangre indígena. En las venas, la lucha por la tierra y por el territorio, es una de las demostraciones de la ‘resistencia para garantizar nuestra existencia’.
De acuerdo con medios periodísticos, representantes indígenas se reunieron este martes con el presidente del Senado, David Alcolumbre, para pedir que se rechace una medida provisional que transfiere la demarcación de las tierras indígenas al Ministerio de Agricultura.
Asimismo cuestionan el traslado de la Fundación Nacional del Indio (Funai) al Ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos.
Esos reclamos también se presentarían al Supremo Tribunal Federal, en un acto público, y al presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia.
‘Tenemos la mayor riqueza del mundo, que es nuestra floresta, nuestro río (…). El día en que se acabe la población indígena y se derribe el último árbol, se acabará el país. Y no solo nuestro pueblo, también se acabará el mundo’, comentó a la prensa el cacique guaraní Dará.
Según datos oficiales, cerca de 800 mil indígenas de 305 etnias viven en Brasil, un país con 209 millones de habitantes.
La Constitución Federal determina que esos pueblos tienen derecho al usufructo exclusivo sobre las tierras ocupadas, pero la demarcación ha sido amenazada por la deforestación ilegal, la expansión de la agropecuaria y los avances de la frontera agrícola.