Señor de la Vanguardia

La sonrisa del héroe se ilumina. Con los colores impregnados en las flores que cada 28 de octubre cubren el mar, como regalo a su eternidad, el Camilo Cienfuegos de Cuba enciende la virtud.

Que en las manitas de una pequeña de apenas tres años llegue el homenaje, en el decir seguro de los jóvenes, en el actuar consecuente de los mayores, no le deja morir a 60 años del viaje sin fin.

Su corazón de gigante guerrillero, de hombre digno y humilde, late en el ejemplo legado desde el seis de febrero de 1932, día en que comenzó a crecer el cubano revolucionario capaz de los mayores sacrificios por la libertad de su pueblo.

La historia de la Isla que amó y quienes hoy la enriquecen le inmortalizan, en la defensa de los principios patrios sin claudicar, en el apego a la justicia, en la transmisión de su esencia de ser humano amante de la vida y la libertad, de la ingenuidad y ternura de los niños.

En el llano y en la montaña habita el hombre de andar seguro, pisadas firmes, mirada serena. A la sombra de su sombrero alón se forja el mañana mejor, y se educa a quienes honran su sencillez e hidalguía, a quienes sin apenas conocer el mundo le saben héroe y le cantan en verso.

El capitán tranquilo enaltece la Patria. Desde cada rincón del suelo cubano humedecido por ríos, lagos, arroyos, el mar, el aroma de la cubanía en flor perfuma su gloria.

No desvanece su sonrisa, se dibuja en las nubes de este cielo libre como la tierra y hombres a sus pies, en la cresta de las olas movidas por el viento, en la Cuba que le sabe su eterno Señor de la Vanguardia.