Una obra de infinito amor

Los niños que viven en la casa de  menores sin amparo familiar de Manzanillo, reciben una adecuada educación y mucho amor/Foto Lilian Salvat Romero
Los niños que viven en la casa de menores sin amparo familiar de Manzanillo, reciben una adecuada educación y mucho amor/Foto Lilian Salvat Romero

Manzanillo. Febrero 26.- “Donde me gusta trabajar es aquí – comenta Lourdes Vegas Hernández, directora del hogar de menores sin amparo familiar de esta ciudad- es un trabajo muy lindo, anteriormente yo era profesora en la enseñanza preuniversitaria y por cuestiones de salud tuve que cambiar de labor y me propusieron este, hace ya seis años.


Aquí somos una gran familia, las 27 personas que trabajamos en la atención de estos siete pequeños, lo hacemos con mucho amor, diez asistentes educativas se encargan de su cuidado directamente, son incondicionales, si hay que llevar alguno a la manicura, a arreglarse el pelo, a la costurera, o a pasear, no existe ningún problema, como si hay que ir al médico, y estar ahí hasta que sea necesario.

Lourdes Vegas Hernández, directora del hogar de menores sin amparo familiar de esta ciudad/Foto Lilian Salvat Romero


En nuestra institución, extremamos las medidas ante la Covid-19 y logramos que ninguno padeciera esta enfermedad, solo manifestaciones catarrales que no conllevaron a la hospitalización, el personal sanitario de aquí se encarga de la vigilancia estricta de todos los protocolos, son muy celosos con eso.


Cuando se acercan las fechas de cumpleaños, todos nos involucramos para que no pase por alto este día sin que lo festejemos, recientemente, celebramos los 15 años de Yanisbel , contamos con el apoyo incondicional de las autoridades gubernamentales en el territorio y de los organismos que siempre ayudan en todo.
Me siento feliz porque estos menores no están desamparados, tiene la esperanza que cuando egresan de este hogar, al alcanzar la mayoría de edad, el gobierno de su municipio, les garantiza una casa amueblada y con las condiciones para llevar una vida plena y normal.


Ese es un momento difícil para todos los trabajadores, cuando ya se nos van, aunque le damos seguimiento por dos años más, el corazón no deja de estrujarse, es una mezcla de alegría y tristeza; nos alegramos porque llega el momento que ellos tanto esperan, o salen con sus familias, porque sus padres estaban recluidos o van a una nueva casa a construir su nuevo hogar, las lágrimas nunca faltan.


Ahora tendrán la opción de ser adoptados, cuando el nuevo Código de las Familias sea aprobado y puesto en vigor; nosotros trabajamos para educarlos lo mejor posible y que puedan insertarse en esa nueva vida, para que los padres sustitutos reciban un niño correcto y ellos tengan una familia adecuada.


Si volviera a nacer, no lo pensaría dos veces, elegiría este trabajo, es muy gratificante; yo soy muy humana y sensible, me gustan los niños, darle amor a las personas, yo me entregué con estos pequeños porque amo lo que hago, ellos me dicen mami y yo los acogí como hijos; es algo muy bonito que te envuelve y no tienes hora ni fecha para el trabajo, aquí me pienso jubilar