VALIENTES: En Jordania la COVID-19 se cura con ojos de amor

El doctor Watan Jamil Alabed en Jordania antes de la pandemia. Foto: Cortesía.
El doctor Watan Jamil Alabed en Jordania antes de la pandemia. Foto: Cortesía.

El joven médico se llama Watan Jamil Alabed. En lengua árabe Watan es equivalente a Patria. Para él esta palabra es de gran significación: comprende su Palestina añorada y la Cuba, que lo formó como médico y lo acogió como un hijo más.

Él nació el 8 de enero de 1993 en Amman, capital de Jordania. Como muchos refugiados de Palestina tiene la nacionalidad del país donde se encuentra parte de su pueblo tras la ocupación del régimen colonial israelí. Pero se siente palestino. Sus diez primeros años de vida los pasó en el campamento de refugiados Al Mahata. Ocho años más tarde viajó a Cuba para estudiar en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), institución que ha formado 29 mil 639 médicos de 115 naciones en sus 20 años de existencia.

“En 2018 me gradué de médico en Santa Clara, al centro de la Isla. En Cuba pasé los mejores años de mi vida. Me formé como médico y me convertí en un buen hombre y ser humano. Llegué con solo 18 años, pronto aprendí español. Conocí e hice amistades con personas de casi todos los continentes y culturas. Cuando me mudé para Santa Clara aprendí a vivir como un cubano más.

Una vez médico volvió a Jordania. Trabajó por un año en un hospital público, tiempo necesario para convalidar su título universitario. Luego, con la pandemia del coronavirus se inscribió en la iniciativa del Sindicato de Médicos Jordanos para trabajar en los campamentos de refugiados palestinos, y así servir a los más necesitados. Pero aún está a la espera de autorización gubernamental.

Esta iniciativa se conoce como Watan y coincidentemente lleva su nombre. “Esta palabra es muy importante para nosotros, como también la misión que llevábamos. Sentí que tenía que ser parte de esta lucha, pertenecemos a ese ejército de batas blancas del que aprendimos su humanismo en Cuba”.

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En el campamento de refugiados Palestinos Al Nasser, el ejército vela por el cumplimiento del toque de queda. Foto: Cortesía.

Desde hace 35 días los habitantes de Jordania viven en cuarentena. El país registraba este domingo 19 de abril 413 enfermos, 7 fallecidos y 269 pacientes recuperados. Watan y su familia están bien de salud. Ante las preguntas de cómo llevan la pandemia en Jordania, el joven doctor aceptó con agrado.

“El primer caso de contagio por COVID-19 en Jordania fue el 2 de marzo. De inmediato el país tomó varias medidas, entre ellas declarar el estado de emergencia y un toque de queda parcial. Todo aquel que ingresó al país después de esa fecha es llevado a una cuarentena obligatoria. Casi 5 000 personas ingresaron en varios hoteles en la capital con este fin. Fueron llevados allí por las fuerzas armadas para lograr que permanecieran aislados. La mayoría venía de Inglaterra y España. Nosotros estuvimos pesquisando los primeros días en estos hoteles. Luego comenzaron las brigadas de pesquizaje en todo el país, algo nuevo acá, donde casi no hay eventos epidemiológicos”.

—¿Cómo fue la experiencia?

—Con la llegada de la COVID-19, trabajé de manera voluntaria junto a otros del Sindicato de Médicos Jordanos en el pesquizaje y chequeo médico a los que estaban ingresados en los hoteles. Pero una vez que se controló la situación allí el gobierno suspendió la actividad de los médicos no oficiales. Ahora sigo a la espera de la autorización del Ministerio de Salud para integrarme al trabajo en los campamentos de refugiados y formar parte de las brigadas de pesquizaje en el resto del país Mis compañeros del Sindicato llegaron al campamento de refugiados de Al Nasser, uno de los principales focos de infección.

—¿En qué condiciones trabajaron?

—En condiciones favorables. Contábamos con todos los medios de protección y recibimos gran apoyo de la población. Nos dieron amor y buen trato. En Jordania el sistema de salud carece de muchas cosas, sobre todo de recursos humanos, pese a ello el Ministerio de Salud ha estado trabajando seriamente para cortar la cadena de trasmisión.

—¿Cuáles fueron las indicaciones dadas para prevenir el contagio?

—Aparte de mantener una buena higiene general y personal, es importante mantener el distanciamiento social ya que el virus se transmite a través de microgotas. Se insiste en evitar las aglomeraciones y multitudes, no saludar con la mano ni dar besos y reportar cualquier caso con síntomas sospechosos.

—¿Cómo reaccionan las personas al conocer que están enfermas?

—Depende del nivel educativo, pero sienten miedo. A veces ocultan tener parientes enfermos por pena o miedo a ser tratado de forma diferente.

—¿Cuántos campamentos de refugiados palestinos hay en Jordania?

—Quince, cinco se fundaron después del Nakba —guerra de 1948 y ocupación israelí en Palestina—, seis son posteriores a la guerra de 1967, y los restantes no son oficiales o no son reconocidos por la URWRA (Agencia de la Naciones Unidas que trabaja con los refugiados palestinos).

—¿Cuál es la situación de los campamentos?

—Son zonas populares de clase media a baja, algunas familias están en mejores condiciones y otras cuentan con lo mínimo para vivir. Hay hacinamiento, las condiciones higiénicas de sus calles son moderadas. Cuando ves las imágenes aéreas te das cuenta de que eran sitios donde pasar unos días o meses y luego retornar a Palestina, pero en ellos hemos terminado haciendo nuestras vidas. El clima es familiar, todos se conocen y apoyan, ese mismo ambiente percibí en Cuba.

—¿Son más propensos a enfermarse quienes viven en campamentos?

—Sí, el campamento de Al Nasser, como te comenté, es uno de los focos de infección. En él viven casi 17 mil personas en 89 mil metros cuadrados. Pero está bajo el control del ejército jordano, que colabora con el comité popular del propio campamento para garantizar las necesidades básicas y medicamentos a la población.

—Es baja la propagación, ¿crees que sean reales las cifras reportadas?

—Sí, en Jordania el virus se ha ido propagando de forma más lenta con respecto a otros países. Las medidas se tomaron de forma drástica y rápida, aunque pienso que pudo haberse actuado más tempranamente con la identificación de los casos sospechosos y separarlos.

—¿Qué tratamiento están aplicando?

—Se sigue el protocolo internacional, la mayoría de los casos van de leves a moderados y se tratan los síntomas. Se usa hidroxicloroquina y algunos antiretrovirales como el Remdisvir. Hasta ahora, según los estudios internacionales, no hay uno más eficaz. También se usa una mezcla de fármacos atendiendo a los beneficios de cada uno y en dependencia del caso, ya que como es virus nuevo se desconocen muchas de sus características.

—¿Cómo te sientes en esta situación?

—Por irracional que parezca, me siento optimista. Esta pandemia expuso el imperialismo y el neoliberalismo; con el tiempo habrá un proceso de cambios a nivel político y social en busca de un mejor sistema de salud a nivel mundial. Hemos visto como colapsaron los sistemas de salud de la nación más poderosa: Estados Unidos y otras del primer mundo como España, Italia, Alemania, Francia…

—¿Algo que distinguiera estos días de combate contra la COVID-19?

—El amor que veíamos en los ojos de la gente y la sonrisa que nos daban siempre al atenderlos. Esa fue la fuerza para seguir adelante.

Watan, el día de su graduación en Santa Clara, Cuba 2018. Foto: Cortesía.

—Volvamos a Cuba, ¿qué te fue más útil de la carrera?

—Los conocimientos prácticos que uno aprende en Cuba no los aprende en otro lugar. Un principio básico de todo médico es el de nunca hacer daño, y el significado de la relación médico-paciente, tratar al paciente de forma integral. Muchos lo que más necesitan son curas para el alma, no para el cuerpo, en especial los adultos mayores.

—¿Cuál fue la mayor enseñanza de Cuba?

—Que los derechos no se piden, se toman. También el deseo de esforzarme para ser mejor cada día y la certeza de que cualquier adversidad, se puede vencer.

“Durante mis estudios en la ciudad de Santa Clara conocí nuevas amistades, las que me acogieron como familia. Algunos de esos seres queridos eran abuelos, combatientes revolucionarios que lucharon contra la tiranía de Batista. Esos años me dieron la seguridad necesaria para luchar por las causas justas, para ser internacionalista. Soy cubano nacido en el extranjero. Cuba me dio un futuro y la llevo siempre en mi corazón”.

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