Los provechos familiares de Los mangos

Fernando es el líder de esta familia que siembra en Los Mangos // Foto: Denia Fleitas Rosales
Fernando es el líder de esta familia que siembra en Los Mangos // Foto: Denia Fleitas Rosales

“Yo digo como dice José Martí, si el hombre sirve, la tierra sirve. Y he visto resultados en este pedazo que muchos dijeron era infértil. Si te sacrificas, claro que produce. El año pasado sembré frijol en dos porciones y recogí 126 libras, un quintal y un puñao”.

Así terminó la conversación con Fernando García Martínez, uno de esos manzanilleros que ha consagrado sus tiempos libres a convertir en una joya productiva un pequeño espacio próximo a la llamada Cueva de los Indios, en Manzanillo, que por años fue parte de un basurero.

“Al final del año no tuvimos agua ni de la tierra, y no puedo hacer un pozo por la altura respecto al nivel del mar, pero eso no nos detiene. Si hasta ahora hemos logrado estas producciones, incluidos más de 100 quintales de plátano en sus cinco años de plantados, pues vamos a seguir. Trasladarlos para la zona de la pendiente es una meta, porque este si resiste la sequía; y dejar esta parte alta para los ciclos cortos como frijol, tomate”.

Diversas variedades de plátanos se cultivan en la parcela // Foto: Denia Fleitas Rosales

Aunque sorprendido, afirmó a media mañana, que “para hablar del trabajo de mi familia, de las bondades de la tierra que se pone a producir, siempre hay bienvenida”. Él se considera a sí mismo un pequeño agricultor, y la suya es una familia de esas que son todos a una, en este caso: la labranza.

“Recuerdo que comenzamos comprando unas posturas de mango en la CPA Omar Rivero, por eso nombramos nuestro patio o parcela como Los Mangos; y con mucho sacrificio logramos preparar la primera parte del terrenito. Sacamos cualquier cantidad de basura, piedra, alambres, limallas, y sembramos las primeras. Fue creciendo con el sudor de todos, y poco a poco con un pico y una guataca ya tenemos esto”.

Con su mano señala orgullosamente varios puntos de los 2.5 cordeles cuadrados de tierra donde ahora cohabitan plantas de limón, naranja agria, frijol, mangos, cereza, plátano, rodeados por una cerca viva de ciruelos y cactáceas.  

En la pendiente hicieron surcos escalonados para aprovechar cada pedazo de tierra // Foto: Denia Fleitas Rosales

“Hemos sido golpeados por los inclementes ladrones y decidimos dejar la crianza de gallinas y cerdos para más adelante, cuando preparemos otras condiciones. Pero los plátanos están altos, aunque ya casi de reemplazar porque tienen unos cinco años de productividad. Seguimos porque tanto nos beneficiamos nosotros como los vecinos. Las cantidades no son para enriquecerse, sino para alimentarnos y poder contribuir con quienes nos rodean, que son mayormente personas adultas”.

En calle Pared, entre Caridad y San Silvestre, se aprecia la maravilla de lo que muchos nunca se imaginaron sería un área productiva. Aun cuando la trabajan sin pertenecerles, “es fuerte el deseo de que nos den la propiedad  para sentirnos más seguros de producirla; como dijo el presidente Díaz-Canel que aquellos que quieran un pedacito para sembrarlo pues se le legalice”, apunta el joven Yoel Verdecia Tamayo, quien a sus 38 años comparte las faenas de su padre.

Yoel comparte el trabajo forzado con su padre // Foto: Denia Fleitas Rosales

“Es verdad que detrás del sacrificio viene el fruto, y aunque en la pendiente hicimos surcos escalonados, donde la yuca no se gozó por la insuficiencia de agua, ya veremos si se nos dan los frijoles y las calabazas”.

Los sueños de corraletas para cerdos, ovejos, gallinas, están intactos, afirman, “pero es de a poco”; como cada idea que nace de esas ganas de romper la inercia, de aportar, y por las que de esos trozos de suelo ya muchos han saboreado variedad de hortalizas y vegetales.

Como la tarea es de todos Damaris Verdecia Tamayo tampoco se detiene. Pesquisa y recoge las vainas de los frijoles que dejó la sequía. “Yo siembro frijol, maíz, riego los cultivos; menos guataquear, lo que haga falta. Después de tanto pico, pala, barreta, vagones de basura, para convertir lo sucio en oro, como dice la canción de Silvio Rodríguez, es lo menos que puedo hacer.

Damaris afirma que ella hace cualquier labor de labranza,menos guataquear, para ayudar a su familia // Foto: Denia Fleitas Rosales
Foto: Denia Fleitas Rosales

“Yo te aseguro que si todos hiciéramos igual, se acabaría la carencia de alimentos para  tener tu maicito, frijolito, tomatico, y compartir con el que lo necesite. Es la opción de ir unidos por más, para nuestra familia y el barrio”, dice sonriente.

Aquellos siete años de experiencia en una finca en la capital cubana permitieron a Fernando García emprender en familia, en las cercanías de su casa, esta batalla contra los desechos y saborear hoy el fruto de su faena diaria; a la que aplica también la ciencia y el ingenio, porque los insecticidas, fungicidas y abonos que utiliza salen igualmente de sus manos.

Los mangos de Fernando en enero ya tienen frutos // Foto: Denia Fleitas Rosales
Foto: Denia Fleitas Rosales

“La tierra me gusta y aquí echo mis horas, ratos agradables. El tiempo que otros pierden lo gano dedicándolo a cultivar, la vianda y la fruta no faltan en los diferentes tiempos. Además, hace falta producir algo, que es esencial para comer y ayudar, unas veces regalado, otras a bajos precios, pero ayudar”.

Cuando encuentras ejemplos como el de Fernando, Damaris, Yoel, comprendes la perspectiva de que volcarse a la tierra gratifica. Si lo tienes, tú también puedes cultivar provechos familiares como los de Los Mangos.

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