Juan Viltres: como en Angola y Cangamba, siempre a la orden

El manzanillero Juan Viltres Domínguez, de 57 años, es uno de los tres mil 272 hijos de esta tierra que cumplieron misión internacionalista por la liberación de Angola // Foto Denia Fleitas Rosales

Entre las páginas heroicas de la Patria, las escritas con rojo color y valentía en las tierras de Angola guardan significado para la historia y tallaron a golpe de sacrificio e hidalguía una huella indeleble en el pecho de quienes encumbraron los fusiles por la libertad del hermano pueblo africano.

Juan Lorenzo Viltres Domínguez se inscribió con apenas 19 años entre los miles de nombres que sembraron en esa parte del mundo la semilla del amor a una justicia independentista, entre los manzanilleros que llevan en sí el privilegio de aquellas jornadas de honor.

«Yo me encontraba en el servicio militar, en la brigada de paracaidismo en Holguín, y en el año 1982 fui seleccionado para integrar el grupo de colaboradores que iba a salir para la misión, y en ese propio año arribé a la República de Angola donde permanecí hasta 1984.

Pertenecíamos a la Brigada de Destino Especial que en aquel territorio cumplía misiones especiales, valga la redundancia, y las experiencias fueron notorias, porque nos enseñó muchas cosas que acá en Cuba nunca las habríamos vivido, duras, fuertes, que fortalecen el espíritu abnegado como joven revolucionario; una experiencia hermosa a la cual debo mucho porque allí participé en varias acciones, entre ellas la batalla de Cangamba, que aconteció en 1983 cuando ya llevaba un año allí.

Cangamba fue intensa, nosotros participamos en el grupo que arribó en tres helicópteros, pues después de un duro bregar nuestros compañeros estaban rodeados, sin agua, sin alimentos y prácticamente sin municiones, y nosotros llegamos con el apoyo de la aviación y salimos airosos, desde el punto de vista que logramos la victoria y no se llevó a cabo lo que el gobierno de facto quería, apoderarse de esa cabeza de provincia y desplegar otras acciones para dañar la República de Angola.

Sólo tenía 19 años y fue el mayor reto y orgullo a la vez que pueda tener un joven; una oportunidad que se dio y honradamente se cumplió, me siento orgulloso de haber sido seleccionado acá en el Oriente en el grupo de 18 jóvenes paracaidistas de todo el país escogidos para esa misión especial y sagrada.

Aún con esos 19 años se sentía que era saldar una deuda con la humanidad, eso es el internacionalismo proletario que nuestro Comandante en Jefe, invicto siempre, nos legó. Desde pionero siempre escuché hablar de ayuda internacionalista, de ese sagrado deber que tenemos todos de complementar una misión como esa, y a la cual fuimos convencidos de que era una tarea difícil, ardua, pero no imposible.

Verdaderamente mi familia se siente agradecida y orgullosa igual de haber tenido un hijo más allí pues un hermano que ya falleció estuvo también ahí en 1975. Eso viene inculcado desde pequeño en la familia, esa nobleza y honradez de ayudar al humilde y entregarse mientras se tengan fuerzas, sin esperar nada a cambio, sencillamente la satisfacción personal de colaborar y que la gente se sienta bien donde uno pueda aportar ese granito de esfuerzo.

A mi regreso me formé como licenciado en Cultura Física y he cumplimentado otras dos misiones como colaborador llevando este mensaje desde el deporte revolucionario a Venezuela, y en el 2017 viajé como rehabilitador en el ámbito de la salud; estas, misiones totalmente diferentes a la primera, pero con la misma máxima, el ánimo de ayudar a los pobres, a los más necesitados, y dejar dondequiera que sea necesario un brillo de progreso, de defensa a causas tan justas como el derecho a la vida de la humanidad.

En el caso específico de Angola, de aportar a la libertad, por ello cada vez que ponen un reportaje uno se traslada a esos años y siente satisfacción de haber sido uno de esos hombres. Ellos, por igual, están agradecidos de Cuba y de todos los que pusimos en alto nuestra bandera, nuestro honor y nuestra ayuda desinteresada.

Muchos no regresaron y a sus seres queridos siempre digo que el hecho de haber perdido su vida no fue en vano, porque cuando se da la sangre por una causa justa, la muerte deja de serlo, es tan sólo una desaparición física porque ellos están en nuestros corazones, en el ideal de altruismo que defendemos en cada parte del mundo.

Y precisamente por lo que somos, y también por los hermanos caídos, aquí estamos en la mejor disposición de seguir ayudando, trabajando y de aportar cada vez que uno pueda, a la disposición de nuestra Revolución, siempre a la orden».