Padre de hombres y educador por raíces

Profesor Mario Antonio Mendoza  Montero // Foto Marlene Herrera
Profesor Mario Antonio Mendoza Montero // Foto Marlene Herrera

Con la premisa de ser un evangelio vivo anda el manzanillero Mario Antonio Mendoza  Montero, quien acumula 48 años de haberse adentrado en el mundo de la enseñanza y del cual afirma saldrá solo cuando le falte la vida.

La elocuencia de su huella formativa en cientos, miles de hombres y mujeres de varias generaciones de manzanilleros, granmenses y cubanos, quedó referenciada en la colocación reciente sobre su pecho de la Orden Frank País García de segundo grado, que otorga el Consejo de Estado de la República de Cuba a quienes en su desempeño docente e investigativo contribuyen al desarrollo del sistema educacional cubano.

Justo del lado que late fuerte cuando encuentra en el camino a quienes le llaman “profe”, sin importar los años transcurridos o la profesión que hoy ejercen, brilla el título honorífico. “Es un honor y lo tendré presente por siempre, pues en un corto plazo me pienso jubilar”.

“A la edad de 18 años me inicié como educador en zonas intrincadas del hoy municipio Yara, y como añoré serlo desde pequeño, me gratifica la dedicación, la entrega que implica y que en lo particular me ha permitido superarme, pues comencé muy joven con el sexto grado y hoy soy máster en ciencias de la educación”.

“Dicho crecimiento se lo debo a nuestra Revolución y especialmente a nuestro Comandante Fidel Castro Ruz, principal impulsor de la obra educacional cubana”.

Con múltiples logros como vanguardia, educador ejemplar, la medalla José Tey y la Distinción por la Educación Cubana, este pedagogo guarda el sabor de la entrega incondicional frente a la pizarra con tiza en mano.

También, como responsable de un colectivo docente al ser director y subdirector de centro, guía base de pioneros, y ahora como metodólogo de la enseñanza primaria, desde donde orienta y encamina el desempeño más eficaz, con calidad, de la faena pedagógica ante los niños y niñas desde preescolar hasta sexto grado.

Mario recibió la Orden Frank País García de segundo grado, que otorga el Consejo de Estado de la República de Cuba a quienes en su desempeño docente e investigativo contribuyen al desarrollo del sistema educacional cubano // Foto Marlene Herrera
Mario recibió la Orden Frank País García de segundo grado, que otorga el Consejo de Estado de la República de Cuba a quienes en su desempeño docente e investigativo contribuyen al desarrollo del sistema educacional cubano // Foto Marlene Herrera

“Para mí es un orgullo recibir el reconocimiento de la familia, el afecto de muchos que incluso forman parte del sector y que yo con mi aporte desde la instrucción he contribuido a que sean profesionales actualmente”.

Aseguraba el Apóstol, José Martí, que por el examen es posible definir “si el maestro es padre de hombres, que goza en sacar vuelo a las alas del alma”. Y acertado es el paso de Mario Mendoza por esta comprobación, desde el legado didáctico que deja a sus hijos.

Cual letra viva hereda a ellos la pasión y entrega a la honrosa tarea de educar. “Si, es un orgullo que tengo dos hijos y ambos son profesionales, siguen mi ejemplo en el trabajo dentro del sector pedagógico: uno es máster en ciencias informáticas, la otra es máster en ciencias y labora como profesora de matemáticas del Instituto preuniversitario Micaela Riera”.

“Es un honor y lo tendré presente por siempre, pues en un corto plazo me pienso jubilar” // Foto Marlene Herrera
“Es un honor y lo tendré presente por siempre, pues en un corto plazo me pienso jubilar” // Foto Marlene Herrera

Acorde al título honorífico recibido, una de las más altas condecoraciones que entrega el Ministerio de Educación en reverencia al mérito educativo, son sus palabras. Pero más aún, a la consagración de una vida en virtud de depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido.

Así, a la interrogante de si termina con la jubilación el apego a la faena educativa, responde veloz y con expresión convincente en la mirada. “Pienso que no, nosotros somos educadores por convicción, por raíces; y así, aunque me jubile, porque llega el momento en que uno se siente agotado y precisa de un descanso, siempre me siento y sentiré como educador, y actuaré como tal, hasta mi muerte”.