Para enriquecer el alma y no el bolsillo

Ayuda solidaria para el hospital de Cárdenas preparada por cubanos residentes en Calgary, Canadá // Foto Periódico Girón

Leí que «lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano», frase del escritor y periodista británico George Orwell, que le viene como anillo al dedo a un tema que por estos días agobia a quienes sentimos la pérdida de las esencias en relación a la venta de medicamentos.

La compleja situación que ha vivido Cuba con la disponibilidad de fármacos indispensables, por razones que van desde el asedio incesante de los Estados Unidos y el bloqueo impuesto por sus gobernantes, hasta la crisis económica internacional a raíz de la expansión del virus SARS-CoV-2, por infortunio ha puesto a pruebas esa dotación de sensibilidad que debe caracterizar a los seres humanos, y en algunos casos parece nublada o nula.

Muchos hemos sentido en carne propia la ausencia de alguna medicina, que duele, y si lo sabré yo, que por más de dos meses no dispuse del indispensable antibiótico para la profilaxis de mi pequeña; y que intenté evitarle un ingreso, por el riesgo de la COVID-19, pero me fue imposible porque además de los carísimos precios había que pagar las cápsulas en EE.UU.

Exorbitantes, desconcertantes y, por demás, necesarios, obligan a pagar miles de pesos en el mercado negro por apenas tres pastillas de Azitromicina, por citar un ejemplo, a quienes tienen la posibilidad de traerlos de otro país o acceden a ellos por otras vías, y los venden sin pensar en que mañana podrían ser los suyos quienes los precisen.

Sin calificativos que hieran a los implicados, pero con la intención de mover la conciencia, considero que negociar con medicamentos es ponerle precio a la vida de las personas, porque algunos dependen de ellos para vivir, y dista de lo que hemos aprendido en esta sociedad en Revolución y de lo que por naturaleza nos correspondría profesarnos unos a otros sin que medie costo alguno.

Las denuncias en las redes sociales de tales actos afortunadamente quedan resagadas ante las cada vez más crecientes respuestas de la solidaridad mundial, que hablan de cientos, millones de tabletas, jeringuillas, insumos y medios útiles, tanto para el combate de la COVID-19 como para otras patologías que afectan a la población, que llegan a la mayor de las Antillas para contribuir con la salud de los cubanos.

Muchas de esas donaciones se han logrado con el aporte de miles de amigos y cubanos residentes en el exterior que quisieron dar su ayuda a la nación para retribuir el bien que desde este Caimán se irradia al mundo; como la enviada desde Calgary, Canadá, para el hospital de Matanzas, o la que voló desde Milán, Italia, bajo la iniciativa nombrada «Ayer nos ayudaste, hoy nos toca a nosotros».

Igualmente se contraponen a estos inescrupulosos actos de comercio ilegal de fármacos, alternativas plausibles como los grupos que en diferentes plataformas se han creado para la donación, y donde proliferan gestos humanitarios, entre desconocidos, que se agradecen profundamente porque casi siempre salvan.

Aprovechar las oportunidades de contribuir con el prójimo, de solidarizarse con el dolor ajeno, de experimentar la empatía y ponerse en el lugar de aquel que sufre y necesita de aquello que tú dispones, debe ser una práctica común, que llene de satisfacción aunque no se reciba nada a cambio.

No es menos cierto que todos tenemos necesidades y que los costos de los productos están elevados, pero no sucumbamos ante la supervivencia a riesgo de perder la humanidad, nunca habrá razones suficientes para ponerle precio al aliento de una madre, un padre, un hijo, un hermano, un amigo.

Sí debe actuarse sin contemplación con esas ventas ilegales, y continuar implementando estrategias como las planteadas por nuestras autoridades para regular y controlar el expendio de los medicamentos en las farmacias, y evitar así que los que ya se recuperan por la industria farmacéutica cubana desvíen su curso.

Ante la escasez impongamos la solidaridad, no perdamos lo sensible que nos torna únicos entre los seres vivos; hagamos que el déficit nos enriquezca el alma y no los bolsillos.

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