Un Che eterno

América Latina y el mundo perpetúan al Comandante Guerrillero. En la espesura de las montañas y de las ideas prósperas, en la fuerza de la lucha por la vida desde cualquier rincón, destella su luz de héroe y ejemplo eterno.

 

Ernesto Guevara de la Serna dejó de ser suyo, argentino, en el instante que reconoció la vocación humanista que le agiganta. Cuando tomó la mochila y los sueños para recorrer en motocicleta la “Mayúscula América”, cuando escogió y se graduó en junio de 1953 como médico, cuando un año después colaboró en el enfrentamiento al golpe de estado en Guatemala.

 

Su corazón se engrandeció en la misma proporción cuando zarpó en el yate libertario desde México rumbo a Cuba y protagonizó su independencia, al partir hacia el Congo, a Bolivia; y se enraizó para latir por siempre en los principios de quienes le saben vivo más allá de la “muerte” de aquel octubre de 1967 en La Higuera.

 

Muerte, dicen los que temieron a su figura gallarda y su grandeza de espíritu, quienes ahogados en el odio y el alcohol ultimaron su cuerpo. Inmortalidad y universalidad, decimos aquellos que desciframos la presencia de su virtud en obras y pueblos como el cubano, que percibimos la vigencia de su pensamiento y legado revolucionario en un hacer incansable por la paz y la batalla contra hegemonías imperialistas.

 

Esa convicción de ser y existir, de ofrecer lo mejor de sus capacidades y razonamientos en virtud del hombre y la mujer nuevos, de la sociedad nueva, le hacen al Che paradigma y guía de quienes levantan las banderas más justas en la tierra.

 

Su verbo sincero, actuar óptimo, su virtud y esencia de revolucionario, engrandecen la historia de los pueblos que le tomaron como suyo, de una Cuba que le aprecia como legítimo hijo, de una Patria agradecida.

 

Bien lo advirtió el Poeta Nacional, no porque haya caído su luz es menos alta, ni por callado es silencio. Como cada octubre, junio, diciembre, enero, el Guerrillero Heroico está “en el indio hecho de sueño y cobre; y en el negro revuelto en espumosa muchedumbre…”, en todas partes.

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