Cinco años tremendos en los que Cuba no se detuvo – Parte III y Final (+Audio y Video)

Foto: Estudios Revolución
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El 2018 fue el año en que una nueva generación, de manera gradual y paulatina, en clara expresión de continuidad, comenzó a asumir tareas principales de dirección bajo la guía de la generación histórica que hizo la Revolución, particularmente del General de Ejército Raúl Castro Ruz, quien hasta abril de 2021 —cuando el 8vo Congreso del Partido Comunista de Cuba— trabajó como Primer Secretario de su Comité Central.

La economía sería el más grande reto para el nuevo gobierno durante toda su gestión. Una asignatura ni pendiente ni suspensa, pero que ha sido dura de «aprobar» y a la que todavía le quedan muchos exámenes por delante.

El propio presidente Miguel Díaz-Canel lo reconocía en su último discurso ante la IX Legislatura de la Asamblea Nacional, en diciembre de 2022, cuando señaló: «siento una enorme insatisfacción por no haber sido capaz de lograr, desde la conducción del país, los resultados que necesita el pueblo cubano para alcanzar la anhelada y esperada prosperidad».

El desfavorable escenario económico que marcó los últimos cinco años de la historia cubana (como también ocurrió en otras etapas de la Revolución) pudiera resumirse en un Producto Interno Bruto (PIB) promedio, a precios constantes, muy negativo con respecto a 2017 y a todo el período de gobierno 2013-2018.

El ejercicio presidencial 2018-2023 tuvo que lidiar con insuficiencias propias de la economía nacional, como esos muchos problemas estructurales que aún están pendientes y otros que nunca han sido resueltos,unos por cuestiones objetivas, otros —no pocos— por trabas subjetivas.

Negar, empero, que han sido el bloqueo y la creciente agresividad de las administraciones estadounidenes, la primera causa de los resultados económicos en la etapa, va contra toda verdad.

El presidente Díaz-Canel lo explicaba, entre otros momentos, en su discurso ante la Asamblea Nacional en diciembre de 2019, cuando expresó: «El enemigo ha convertido la economía cubana en el primer objetivo a destruir. No solo porque es el camino a la destrucción de la Revolución, sino porque es un modo de demostrar que el socialismo es un sistema inviable».

Los índices desfavorables del PIB, en promedio anual, del pasado lustro, vale reiterar, derivaron de la política hostil de EE.UU., aunque la propaganda enemiga lo niegue y haya hecho de los resultados económicos en esta etapa una de sus basas favoritas, entre omisiones, mentiras a medias y falsedades completas.

El reforzamiento del bloqueo y sus efectos extraterritoriales empezaron a impactar el comercio y las transacciones financieras del país incluso antes de la toma de posesión de la nueva generación a cargo de dirigir los destinos de la nación.

Fue una estrategia del gobierno estadounidense y la mafia cubano-americana, a la que Trump entregó la política hacia la Isla a cambio de apoyos y favores en el congreso y el senado. Así, desde 2017, empezaron a utilizar como punta de lanza los supuestos «ataques sónicos» a funcionarios de la embajada de EE.UU. en La Habana para comenzar a degradar —en un camino aún sin retorno—, desde agosto de ese año, la incipiente «normalización» de relaciones anunciada en diciembre de 2014 por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro.

Entre los propósitos más aviesos e inhumanos de esa política, también estuvo boicotear los servicios médicos de Cuba en el mundo, y de esa forma privarla de los ingresos que este sector aporta al país, entre cuyos destinos principales está la propia salud pública cubana, gratuita y universal, y la producción de medicamentos.

Y lo han hecho a través de una permanente campaña de injurias y mentiras que ni siquiera tomó en cuenta el alivio que significa para las comunidades más pobres de decenas de países la presencia de los médicos y demás profesionales de salud allí, ni los millones de vidas que han salvado durante todos estos años en esos lugares.

La meta ha sido dejar prácticamente sin «oxígeno» a la economía cubana. Si no lo han logrado, es porque Cuba es una Revolución original, que durante más de 60 años ha enfrentado continuamente los golpes de un adversario que para colmo retomó la Doctrina Monroe en su relación con América Latina y el Caribe.

Al comportamiento de la economía en estos últimos cinco años debe agregarse la serie de episodios naturales y de otra índole que tuvieron un impacto sumamente adverso en lo económico y social y por tanto en la calidad de vida de cada cubana y cubano, como la COVID-19.

El bloqueo y la pandemia, con la crisis multidimensional a escala global a que condujo, provocó en 2020 una caída de -10,9 por ciento del PIB, aunque, contando algunos períodos de 2021 y 2019 también en desaceleración, el derrumbe en ese índice sumó una baja de alrededor del -13 por ciento sumando siete trimestres al hilo. Caída tan brutal de las variables económicas solo había ocurrido en los comienzos del llamado «período especial».

2018-2019: AÑOS ECONÓMICOS DUROS, PERO ESPERANZADORES

Además de los numerosos eventos naturales entre 2017 y la primera mitad de 2018, como el huracán Irma, sequías e inundaciones, la gestión económica del joven gabinete debió afrontar, también, la intención, fracasada, de la Casa Blanca (propósito que ya venía desde la época Obama)de asfixiar la Revolución bolivariana y de esa forma cercar y acabar con la cubana, a la que la administración Trump consideró como la «madre de todos los males».

Los últimos años han estado signados por una drástica caída del intercambio comercial entre Cuba y su principal socio comercial en los últimos 22 años, Venezuela, que ha debido enfrentar una crisis económica insospechada, incluyendo la severa caída en la producción y abasto de hidrocarburos al mercado internacional y,por supuesto,a Cuba.

En su discurso del 26 de julio de 2018, el General de Ejército Raúl Castro Ruz lo resumía así: «Nuevamente se ha conformado un escenario adverso y otra vez resurge la euforia en nuestros enemigos y el apuro por hacer realidad los sueños de destruir el ejemplo de Cuba (…).

«Para nosotros, igual que para Venezuela y Nicaragua —señalaba—, está muy claro que se estrecha el cerco y nuestro pueblo debe estar alerta y preparado para responder a cada desafío con unidad, firmeza, optimismo y fe inquebrantable en la victoria».

El 2018, sin embargo, mostró un crecimiento del PIB del 2,2 por ciento; arribaron 4 683 655 visitantes internacionales —récord histórico—; en noviembre se incrementaron las pensiones mínimas a los jubilados y las prestaciones monetarias de la asistencia social; aumentó la conectividad y el acceso a Internet; las líneas móviles se incrementaron en 700 000, para llegar a 5 300 000 en servicio, y creció el acceso público a la wifi.

El año 2019 también resultó desafiante. La batalla económica continuó siendo la tarea fundamental y la más compleja.Fue el año de la «coyuntura». Durante el primer semestre, la esfera de bienes y servicios se desenvolvió en un contexto de restricciones de divisas y combustibles por las medidas que arrecieron el bloqueo, y que también impactaron en elturismo y la inversión extranjera. El segundo semestre de 2019 fue peor.

En ese año, recordemos, la Casa Blanca adoptó un amplio paquete de medidas contra la Revolución cubana; entre ellas:

  • La activación del Título III de la Ley Helms-Burton para frenar el auge de la inversión extranjera e incrementar los costos de los financiamientos externos.
  • La reducción del envío de remesas desde EE.UU. a personas en Cuba a solo mil dólares por trimestre.
  • La prohibición de viajes en cruceros desde EE.UU. y de los vuelos aéreos desde allí a las provincias, excepto La Habana.
  • La reactivación de la prohibición a entidades de terceros países de vendernos bienes que tuvieran más del diez por ciento de componentes estadounidenses.
  • La reactivación de la prohibición de que bancos intermediarios estadounidenses acepten los pagos en dólares entre bancos cubanos y bancos de terceros países.
  • La persecución y castigo para impedir la llegada de combustibles (el país tuvo que funcionar en varios meses de ese año con menos del 50 por ciento de los hidrocarburos que necesitaba).
  • El continuo engrosamiento de entidades cubanas en la espuria lista de entidades y personas bloqueadas financieramente por la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro (OFAC).

La política de bloqueo para provocar mayores carencias que irritaran y desmovilizaran al pueblo tuvo un fuerte impacto, al punto que el PIB decreció 0,2 por ciento en 2019, tendencia a la baja que no se reportaba desde hacía 25 años.

No obstante, en 2019 se incrementó el salario a los trabajadores del sector presupuestado y a grupos de pensionados, y aunque no fue una reforma, el salario medio en el sector presupuestado subió de 667 pesos mensuales a unos 1 067 pesos, mientras que el ingreso medio en los sectores estatal (presupuestado y no presupuestado) y mixto se situó por encima de los 870 pesos. Entre otras medidas y resultados a favor del bienestar de nuestro pueblo, incluyendo que:

  • Se terminaron 43 700 viviendas, 10 000 más que lo planificado.
  • Entraron en funcionamiento 80 nuevos coches en los trenes nacionales y se rehabilitaron estaciones ferroviarias principales.
  • Se incorporaron al servicio público más de 300 ómnibus ensamblados en el país, 69 semiómnibus y 125 triciclos, y se avanzó en la recuperación de ómnibus paralizados por largo tiempo, lo que alivió en algo los problemas más agudos del país en ese ramo.
  • Se extendieron y profundizaron los servicios de telefonía y acceso a Internet, llegando a 7 300 000 líneas telefónicas, de ellas 6 000 000 para teléfonos móviles y más de 3 000 000 de usuarios utilizando tecnología de 3G y 4G.
  • En el turismo, a pesar de ser el sector más golpeado por el reforzamiento del bloqueo en 2019, se logró la llegada de 4 263 115 visitantes, aunque no se alcanzó la cota histórica de 2018.

AÑOS DE PANDEMIA, PERO TAMBIÉN DE HACER

El año 2020 fue duro y desafiante como pocos, a causa de la pandemia de la COVID-19, que cerró de golpe, durante meses, las puertas a la economía y la vida cotidiana en Cuba y el mundo.

Pese a la caída casi a cero del turismo internacional a partir de marzo, el país debió destinar desde sus inicios grandes recursos para prevenir y controlar la expansión del coronavirus, además de que se debieron interrumpir las actividades productivas y de servicios, estatales y no estatales, entre otras afectaciones.

No obstante, el país no se quedaría de brazos cruzados. En el mes de julio el Consejo de Ministros aprobó la Estrategia Económico-Social (EES) para enfrentar el complejo contexto impuesto por la COVID-19 y las sucesivas escaladas del bloqueo, criminalmente endurecido en condiciones de pandemia.

Se adoptarían medidas para revitalizar el sistema empresarial, incluyendo otorgarle mayor autonomía y responsabilidad; se dieron facilidades para exportar e importar; y se introdujeron decisiones para transformar las formas de gestión no estatal, para la implementación de la política de desarrollo territorial y para enrumbar al país hacia el ordenamiento monetario.

Acordada el 16 de julio de 2020 por el ejecutivo nacional, luego de sancionarla el Buró Político del Comité Central del Partido, encabezado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, la EES partió de las Bases del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social, de la Conceptualización del Modelo Económico y Social —ambos consensuados en el 7mo Congreso del Partido— y de los Lineamientos del 6to Congreso actualizados en el 7mo.

En su intervención ante el Consejo de Ministros aquella jornada, el presidente Díaz-Canel señalaba que la estrategia partía «de la necesidad de transformar el comportamiento de la economía cubana con agresividad, intensidad e innovación».

Resumen: en 2020 Cuba debió enfrentar condiciones excepcionales en la economía: la pandemia, los efectos acumulados de la persecución financiera y el cerco a cualquier fuente de ingresos en divisas; la contracción económica mundial, con la consecuente interrupción de la actividad turística; la contracción de las importaciones; la disminución de la actividad productiva y de servicios, tanto en el sector estatal como en el no estatal; gastos de salud adicionales para prevenir y enfrentar la COVID-19; incremento de los financiamientos desde el Presupuesto del Estado…

Fueron muchas las adversidades y su reflejo macro estuvo en la ya comentada caída de -10,9 por ciento del PIB con respecto a 2019, pero la Estrategia Económico-Social para el impulso de la economía y el enfrentamiento a la crisis mundial provocada por la COVID-19 fue la primera respuesta de gobierno —que también aprobaría en este año el Plan Nacional de Desarrollo Económico Social hasta 2030— para salir de la recesión.

El 2021 no sería diferente, pero como la alternativa no era dejar de hacer, el año económico comenzó, al igual que los anteriores, con medidas audaces, en especial a aplicación del ordenamiento monetario y cambiario, que ya había tenido como preludio, en diciembre de 2020, un incremento salarial drástico, con un impacto muy positivo entre las trabajadores y trabajadores del país.

La Tarea Ordenamiento llegó —y así fue— como el más complejo proceso económico de los últimos años, consciente la dirección del país de que posponerla sería aún más costoso en el tiempo. Se hizo, no obstante, bajo el principio permanente de la Revolución de que nadie quedaría desamparado.

El ordenamiento se aplicó en difíciles circunstancias y mostró más de una debilidad, empezando por problemas de diseño. Sus efectos, de entonces a hoy, han sido positivos para el propósito de elevar la eficiencia empresarial, aunque ha tenido repercusiones muy indeseadas sobre la vida de los ciudadanos, las que hoy se expresan, sobre todo, en la inflación, aunque la Tarea no sea su causa principal, aunque no pocos expertos, y sobre todo el enemigo, digan lo contrario.

Los efectos combinados del recrudecimiento del bloqueo y el escalamiento de la pandemia provocaron en 2021 que el país dejara de percibir más de 3 000 millones de dólares en ingresos. Debió incurrir, además, en gastos en exceso del Presupuesto para enfrentar la COVID-19, la protección de los trabajadores y de la población en general.

Las grandes tensiones financieras limitaron, entre otros aspectos, la capacidad para sostener la oferta estatal a la población, fundamentalmente de alimentos y medicamentos, y para mantener la estabilidad del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), lo que condujo a averías y otras limitaciones en las termoeléctricas y la generación distribuida y una secuencia de apagones que aún hoy se mantienen.

En el período, en servicios de salud y material gastable para atender la pandemia, se invirtieron unos 300 millones de dólares, mientras que los recursos para la operación y mantenimiento del SEN demanda como mínimo 250 millones de dólares por año, pero para este sistema no se tuvieron tantos dineros.

Pese a los obstáculos y aunque no todo salió bien, en 2021, gracias al control de la pandemia, a partir del segundo trimestre se inició la gradual recuperación de la actividad económica y social. El Producto Interno Bruto retomó la ruta al alza, con un incremento del 1,3 por ciento anual. Y sí, fue a signo positivo, aunque muy lejos de lo propicio, tomando en cuenta que entre 2019 y 2020 el PIB cubano cayó en el entorno del 11 por ciento.

El 2021 también fue un año de transformaciones profundas, con la aprobación de medidas para el fortalecimiento de la empresa estatal socialista; el crecimiento en el sector agropecuario; el perfeccionamiento de los actores económicos con la constitución de las micro, pequeñas y medianas empresas; la regulación de las cooperativas no agropecuarias; la ampliación del trabajo por cuenta propia; la creación del Sistema de Gestión de Gobierno basado en Ciencia e Innovación; así como la labor en los barrios y la atención a personas y comunidades en situación de vulnerabilidad.

El 2022 nació al mundo como inicio de la etapa pos-pandémica. El nuevo coronavirus cedió bastante, aunque continuó con grandes olas y muchos muertos por todo el planeta. Sin embargo, el conflicto en Ucrania añadiría más leña a la crisis multidimensional global, y a la recuperación frágil y desigual de las economías nacionales, cuando ya se pronosticaba desde antes una gran presión sobre los precios y por consiguiente una inflación galopante que aún perdura.

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El 2021 también fue un año de transformaciones profundas, con la aprobación de medidas para el fortalecimiento de la empresa estatal socialista; el crecimiento en el sector agropecuario; el perfeccionamiento de los actores económicos con la constitución de las micro, pequeñas y medianas empresas (…) Foto: @SalvadorValdesM

El encarecimiento de las mercancías, sobre todo de alimentos y combustibles, y de los fletes y seguros, cayó con fuerza —de forma inevitable, por el carácter abierto de su economía— sobre Cuba.

En este año adverso, empero, el gobierno tampoco se quedaría con los brazos cruzados. Avanzaría en su dinámica de adoptar medidas audaces e innovadoras, ajustadas a nuestro modelo de desarrollo social y con la mayor equidad posible, a pesar del incremento de las desigualdades en una sociedad cada vez más heterogénea.

En 2022 la economía transitó por una compleja situación donde se combinaron el recrudecimiento del bloqueo, los efectos de la pandemia y la inflación internacional, entre otros factores.

También se hicieron más evidentes, como reconoció el presidente Díaz-Canel en la última sesión ordinaria de la IX Legislatura de la Asamblea Nacional, los desequilibrios macroeconómicos acumulados en los últimos años como resultado «de la pérdida de ingresos en divisas, los elevados déficits fiscales, el incremento de los ingresos de personas naturales sin respaldo productivo, la parcial dolarización de la economía y la débil respuesta productiva para generar oferta de bienes y servicios, entre otros».

En 2022, el gobierno y el pueblo debieron, de nuevo, enfrentar adversidad tras adversidad, entre ellas tres eventos terribles como los accidentes del Hotel Saratoga y la Base de Supertanqueros y el devastador huracán Ian, además del bloqueo reforzado y los costosos efectos de una pandemia que paralizó económicamente durante dos años (2020-2021) al país; sin embargo, como reconocía el mandatario, ni se impuso el desaliento ni la desmovilización. Se siguió haciendo.

Según datos preliminares, el PIB del pasado año creció en el entorno del dos por ciento, y para 2023 se prevé un incremento de otro tres por ciento en ese índice; o sea, la ligera recuperación en el trienio 2021-2023 no compensará la caída de alrededor del 11 por ciento entre 2019-2020, sin embargo, Cuba no se ha detenido.

«El 2023 —decía Díaz-Canel— debe ser un año mejor; pero lograrlo demanda más que un plan integral. Exige sacudir la inercia, desterrar el burocratismo, quitar más trabas y superar la autocomplacencia. Confío —añadió— en el trabajo creativo e innovador de quienes deben responder por esas tareas en un tiempo que ya no se mide por el reloj, sino por las urgencias que provoca el desgaste tras una dura lucha de más de 60 años contra un cerco criminal e inaceptable».