El alma a la tarea de enseñar

Con 44 años de entrega a la hermosa tarea de educar, Irene Catalina Leyva Rodríguez lleva la pasión de educar en las entrañas // Foto: Denia Fleitas Rosales
Con 44 años de entrega a la hermosa tarea de educar, Irene Catalina Leyva Rodríguez lleva la pasión de educar en las entrañas // Foto: Denia Fleitas Rosales

Con una convicción y pasión indiscutible Irene Catalina Leyva Rodríguez toma la tiza y apunta en el pizarrón el tema de su clase. Pareciera rutina, porque es lo que hace desde el año 1980 cuando se graduó como Licenciada en Historia y Ciencias Sociales; pero cada jornada tiene un impulso diferente.

En su palabra el devenir de una nación rica en tradiciones patrióticas corre como fuente, típico de quien siente y defiende que “educar es sembrar valores, sentimientos, convicciones; es defensa de la Revolución, porque independientemente de lo que estemos atravesando, debemos defender su obra, porque es lo más grande que tenemos”.

Su rostro y la peculiar manera de impartir lecciones se han vuelto parte inamovible de la Escuela Secundaria Básica Urbana Manuel Fajardo Rivero. “En 24 años de entrega frente a las aulas de la institución docente, sigo sintiendo el mismo amor y ganas de fundar sueños en los adolescentes para quienes preparo mis clases cada día”.

Las memorias de aquel comienzo hace 44 años en el Instituto de Perfeccionamiento Educacional del municipio de Campechuela le aprietan la garganta. Aún hoy recordar ese espacio donde entregó sus energías durante los primeros 12 años de vida profesional le hace asomar lágrimas en los ojos.

“Fue un reto grande porque recién graduados nos fuimos al instituto a impartir los seminarios a los docentes de entonces, quienes pese a los años de experiencia aún no eran licenciados. Fuimos nosotros quienes aplicamos el perfeccionamiento con la capacitación a los demás maestros.

La Historia de Cuba tiene la riqueza para tocar sensibilidades afirma la profesora de la escuela secundaria Manuel Fajardo Rivero de Manzanillo // Foto: Denia Fleitas Rosales

“Tuve que estudiar bastante y crecerme para desarrollar eficientemente la tarea, gracias a eso todavía estoy aquí. Así afirma con una sonrisa que refleja la satisfacción de haber pertenecido al cuarto contingente del Destacamento pedagógico Manuel Ascunce Domenech: “jóvenes que entendimos la necesidad que tenía el país de profesores de la enseñanza media y dimos nuestro paso al frente”.

Como el joven que nombra ese grupo docente de avanzada, como el mártir Conrado Benítez que abonó con su sangre y vida la hermosa campaña de alfabetización, Irene Catalina aportó a la obra educacional cubana, y lo continúa haciendo.

“A cada uno de ellos correspondió ser protagonista de su tiempo, por ello nuestra faena la cumplimos con el compromiso de ser dignos herederos de sus ejemplos. Tuvimos que enfrentar la tarea con el mismo deseo y amor, tal como lo hacemos hoy”.

A su experiencia laboral le cuentan también seis años como metodóloga de Historia en Manzanillo y dos como directora de la Escuela Secundaria Manuel Ascunce Domenech.

“De todos estos años guardo con emoción el reconocimiento social por la labor que realizo. Es incomparable la sensación de escuchar usted fue mi profesora, aun cuando ni los reconozco. Muy orgullosa me siento cuando los veo en un hospital salvando vidas, cuando me reconocen; y me da más deseos de seguir educando, enseñando, y espero mientras tenga fuerzas mantenerme frente a las nuevas generaciones, porque si la Revolución me necesita aquí estoy, porque soy hija de la Revolución y a ella me debo”.

Foto: Denia Fleitas Rosales

Sólo tenía 15 años cuando se incorporó a aquella tropa de impetuosos pedagogos. Hoy cuando alcanza las seis décadas de vida refuerza su convicción de que “hace mucha falta el profesor que más que instruir eduque, promueva el crecimiento de sus alumnos, para lo que tenemos que ser incansables investigadores, buscar nuevas vías y métodos de calar en el alma de nuestros alumnos y sus familias”.

Como en cada etapa de la obra revolucionaria, acentúa, “los educadores somos necesarios. Estar frente al aula es trabajar con la individualidad, hacer que el conocimiento se convierta en una forma de actuar y comportamiento responsable, que es la tarea más difícil.

“Educar no es solamente lograr que conozcan la historia, sino que se revierta en esa generosidad, caballerosidad, dinamismo, entrega, principios, que se logran cuando ponemos el alma a la tarea de enseñar”.