Matilde Guerra, vigilante por la salud de todos

La vigilancia epidemiológica y focal es esencial para prevenir enfermedades // Foto Denia Fleitas Rosales

Aunque extrañada por el encuentro matutino, esta manzanillera asiente a la propuesta de compañía en lo que es para ella una rutina laboral «imprescindible», matizada con la alegría propia de su carácter.

Ni lo reiterado de que le sorprenda la mañana en plena faena, ni lo inusual de que sigan sus pasos, restan amabilidad a las palabras de Matilde Guerra Reyes, cuyo uniforme cuenta por sí solo una historia que supera dos décadas de acción sin tregua contra el mosquito.

«Para mí ha sido un trabajo que no es fácil de realizar, porque desde antes de las 7 de la mañana ya yo estoy allí donde nos concentramos para que la jefa de brigada evalúe si llevamos todos los instrumentos necesarios como la linterna, el cepillo, el hisopo, se diga el itinerario y manos a la obra».

De lunes a sábado Matilde llama a la puerta de los manzanilleros como integrante de la campaña antivectorial // Foto Denia Fleitas Rosales

El llamado a la puerta, el saludo con amabilidad en tono casi familiar, preceden a la revisión de los pequeños depósitos dispuestos intencionalmente con anterioridad, pues «específicamente soy de la vigilancia, me encargo de distribuir y revisar las larvitrampas por las manzanas, y somos nosotros quienes detectamos la presencia de los focos al encontrar larvas o adultos voladores, que luego se confirma por la bióloga del Centro Municipal para hacer el tratamiento».

Lo dice con seguridad plena de su importancia, pero sin levantar la mirada del frasco enumerado que en el rincón más oscuro de la vivienda señala la conducta a seguir. «Existen muchas personas que no comprenden la importancia de lo que realizamos y pretenden que lo hagamos rápido, pero una inspección requiere de tiempo porque hay que revisarlo todo para no fallar».

Con la destreza de 21 años de servicio esta operaria de la Campaña nacional de lucha contra vectores observa, requisa; mientras explica que sus visitas son cada siete días, «así compruebo si hay larvas para definir la presencia de focos o no, y al terminar esta vigilancia nos incorporamos a las revisiones en las casas, en el lugar donde nos encarguen para apoyar a nuestros compañeros».

Matilde Guerra explica que las larvitrampas en interiores detectan presencia del Aedes Aegypti// Foto Denia Fleitas Rosales

Al día recorre largas distancias con su mochila a la espalda, primero desde su hogar en la parte alta de la ciudad hasta el parque Paquito Rosales, y desde allí hasta cada ruta que defina su itinerario en el centro del pueblo, correspondiente al área número uno de salud y a la policlínica Francisca Rivero Arocha.

«Esta labor es imprescindible; sacrificada, pero imprescindible para determinar si existe amenaza para la salud de todos. En el área de la terminal de ferrocarril tengo 28 larvitrampas, 25 en el consejo popular cuatro y 22 en Caymari . Quiere decir que empiezo en la terminal, camino hasta el límite del consejo seis y después el cuatro, desde la calle Maceo hasta San Silvestre y Guardafronteras; y también parte baja de Caymari».

«Ese es mi recorrido hasta los sábados, y los domingos trabajo en casa; en este momento la focalidad en nuestra área está disminuida y como la tres está más complicada, estamos apoyando allá; y lo hacemos porque es una tarea para evitar las enfermedades y que no suba el índice de infestación, para cuidar la salud de los demás».

A sus 52 años asegura continuará mientras tenga energías y sea necesaria su labor // Foto Denia Fleitas Rosales

Con una sonrisa esbozada debajo de la mascarilla, recuerda sus inicios en un curso en el entonces Centro Politécnico de la salud, donde compañeros de hoy fueron sus profesores y le enseñaron lo elemental de esta faena, que preserva su trascendencia en tanto es permanente el riesgo de transmisión de enfermedades por arbovirosis.

Hoy, cuando Cuba despliega una ardua jornada contra el mosquito, el llamado de esta manzanillera de 52 años de edad, con basta experiencia, se torna esencial para que «las personas entiendan que tienen que cumplir las orientaciones sobre el tapado de tanques, la limpieza de depósitos de agua, virar las botellas, y dejarnos entrar a su viviendas con la confianza de que les protegemos».

Porque si bien hay muchos agradecidos, otros, comenta, «nos ven de manera distinta a la que somos, y cuando no quieren que entremos a sus casas se persuade a los moradores y entonces inspeccionamos la jefa y yo porque hay que revisarlo; y muchos no entienden cuando hay que aplicar una multa por el riesgo al que se exponen y a los que les rodean».

La colocación de estos depósitos depende en primera instancia del consentimiento de los moradores // Foto Denia Fleitas Rosales

Pese a estos sinsabores de su función como operaria de la campaña antivectorial, Matilde Guerra Reyes se siente «satisfecha, estoy adaptada y si no trabajo me siento incómoda; es cierto que en ocasiones me canso, pero no puedo dejarlo porque esta es la vida mía», y ríe.

Con tal desenfado retoma su trayecto, ahora sin más miradas que la suya, avezada en la detección de huevos, larvas, adultos; sin más pasos que los de su cuerpo menudo y el saber que le acompaña para crecerse por la vida.

Y como despedida vuelve la mirada, y sella el encuentro con derroteros más que palabras: «si se necesita más tiempo lo dedicamos, porque lo importante es el bienestar del pueblo».