Berna, Suiza (Prensa latina) Los sectores populares del país sudamericano respiran y se preparan para dar la segunda batalla electoral en el balotaje del próximo 19 de noviembre. La exitosa primera vuelta del domingo 22 de octubre clarificó un panorama político que se había enrarecido con las elecciones primarias del 13 de agosto pasado.
El 22 de octubre, la Unión por la Patria, encabezada por Sergio Massa, actual ministro de Economía, con casi el 37 por ciento de los votos, le sacó siete puntos de diferencia al candidato Javier Milei de La Libertad Avanza. Revirtió así, sustancialmente, el resultado desfavorable de la unión progresista en las primarias de agosto pasado. Ambos candidatos se confrontarán en la segunda vuelta electoral el 19 de noviembre, momento en el que se decidirá quién será el próximo presidente del país para el periodo 2023-2027.
Dos proyectos totalmente opuestos y confrontados
Ese día, en las urnas, lo que estará en juego son dos proyectos muy diferentes de nación. La Unión por la Patria, integrada esencialmente por el peronismo y por grupos del socialismo y los movimientos sociales, apuesta a reforzar el Estado y promover las políticas públicas sociales; renegociar, pero terminar, con la dependencia del Fondo Monetario Internacional; retomar las banderas de la justicia social; mantener el trabajo de Memoria, Verdad y Justicia que promovió el kirchnerismo a partir del 2003 y promover la unidad integradora latinoamericana (esencialmente en alianza con el Brasil de Lula da Silva) reforzando la visión estratégica de integración y desarrollo subcontinental y latinoamericano.
Javier Milei, quien recibió para su campaña el apoyo de los extrema derecha del Vox español y de Bolsonaro de Brasil, anuncia como programa de gobierno el desmantelamiento del Estado; la liberalización total de la economía; la privatización de las empresas públicas; la dolarización del país, así como el reforzamiento de las alianzas internacionales, solamente, con los Estados Unidos e Israel. Su discurso negacionista presupone que no hubo brutalidad ni genocidio de parte de la dictadura militar (1976-1983) y solo se trató de “excesos de algunos militares individuales”. Levanta banderas xenofóbicas, homofóbicas, proimperialistas y subestima todo esfuerzo de integración regional latinoamericana.
Datos electorales esenciales
El 22 de octubre, en la primera vuelta, Sergio Massa obtuvo 36.68 por ciento de los votos, en tanto Javier Milei, 29.98 por ciento. Muy por detrás, la candidata Patricia Bullrich de la neoliberal Juntos por el Cambio con 23.83 por ciento. Juan Schiaretti, candidato de otro sector peronista del interior del país, sacó el 6.78 por ciento, en tanto Myriam Bregman, de la izquierda originariamente trotskista, el 2.70 por ciento. Solo los dos más votados participarán en el balotaje del 19 de noviembre próximo. Concurrió a las urnas un 78 por ciento de los empadronados, lo que representa una participación baja en la historia electoral argentina.
Adicionalmente, como producto de la renovación parcial de las Cámaras de Diputados y Senadores, el peronismo seguirá siendo la primera minoría en ambas cámaras y le faltará solo dos votos para contar con la mayoría absoluta en el Senado.
Hecho destacado de estas elecciones fue la victoria contundente de Axel Kicillof en la Provincia de Buenos Aires, donde seguirá siendo gobernador, puesto que ocupa desde 2019. Kicillof, con el 45 por ciento de los votos en su distrito, fue el factor esencial de la remontada y los resultados exitosos de la Unión por la Patria. En Buenos Aires vive el 38 por ciento de la población total de Argentina; es la provincia más importante en cuanto a producción se refiere, y concentra el 37 por ciento de los electores del país. La hazaña del dirigente peronista de apenas 52 años– que aumentó casi 10 puntos al resultado de las primarias de agosto pasado- constituye un pilar esencial del éxito nacional de Sergio Massa.
Primeras conclusiones
Tres elementos claves se desprenden de las elecciones de este 22 de octubre, en una lectura sintética. En primer lugar, y aunque no está asegurada la victoria, la Unión por la Patria va a disputar con ventaja el balotaje de noviembre. Para triunfar se verá obligada a hacer todavía más concesiones a sectores de centro-derecha para ampliar la unidad nacional, conseguir el 50 por ciento de los votos y evitar así que gane el ultra Javier Milei.
Esta nueva propuesta unitaria que lanzó Massa la noche misma del 22 de octubre, anticipa que, en caso de ganar la presidencia, el próximo gobierno llegará con un programa negociado con sectores importantes de la burguesía. No muy distante del gran esfuerzo que el Partido de los Trabajadores se vio obligado a promover hace justo un año para que Lula y su alianza Brasil de Esperanza lograran ajustadamente la victoria sobre Jair Bolsonaro.
La línea divisoria de esta nueva alianza ampliada parece ser, tal como lo anticipó Massa en repetidas ocasiones, el comportamiento del Gobierno argentino ante el FMI. Massa quiere pagar la deuda, asegurando que el FMI se retire de Argentina, siguiendo así la línea que aplicó Néstor Kirchner a inicios de los 2000 cuando fue presidente del país. Mecanismo que funcionó hasta que Mauricio Macri le abrió de nuevo al FMI la gran puerta al contraer la monstruosa deuda de 45 mil millones de dólares apenas unos días antes de perder las elecciones del 2019.
En segundo lugar, sale profundamente reforzado (en Buenos Aires, pero irradiando una señal en todo el país) el sector más progresista del peronismo con Axel Kicillof a la cabeza. Kicillof encarna la renovación del espacio nacional y popular, y puede asegurar aún la continuidad superadora de la figura de Cristina Fernández de Kirchner.
Es, tal vez, la señal esencial de esta coyuntura político-electoral. Se afianza un sector “joven” en la conducción del proyecto más coherente y combativo del espacio nacional y popular expresado en la Unión por la Patria.
Tercer elemento y no menos significativo en términos políticos, es la desaparición de la escena política, en todo caso a nivel coyuntural, del “macrismo», ya que Juntos por el Cambio, con apenas 23 por ciento del electorado podría desmembrarse y sufrir serias divisiones internas que ya se percibían y que solo un buen resultado electoral hubiera podido evitar. El macrismo, proyecto neoliberal con dramáticas consecuencias para los sectores populares, gobernó Argentina entre 2015 y 2019 y aspiraba a reconquistar la conducción del Estado.
Aunque todo está abierto de cara a la segunda vuelta electoral del 19 de noviembre, los sectores populares argentinos, incluidos los numerosos movimientos sociales, recuperaron la palabra en las urnas este 22 de octubre. Remontando una situación casi dramática que indicaba, incluso, la posibilidad de que un negacionista como Javier Milei llegase a ser presidente de Argentina en la primera vuelta.