Sergio Ramos marca otro gol decisivo en el descuento y el Real Madrid de Zidane hace historia

Sergio Ramos marcó otro gol decisivo en el descuento. Foto tomada de Marca.

El balón besó la red y resbaló hasta el césped. En ese mar de brazos y gritos en el que se convirtió la grada del Santiago Bernabéu empezó a recorrer un escalofrío mientras los ojos buscaban primero al protagonista y después al compañero de abrazo para intentar entender lo paranormal.

Esas pupilas que querían salirse de los ojos producto de la locura que sólo es capaz de provocar el fútbol encontraban una respuesta que no eran capaces de procesar. El que celebraba el gol era el de Lisboa, el de Milán, el de Trondheim, el del Camp Nou. Los cerebros no daban crédito, la zona de los recuerdos y la del instante actual se fusionaban. Sergio Ramos marcó el 3-2 de cabeza en el minuto 92. Hay cosas que no se pueden explicar, se sienten.

El fuego final derrite el análisis frío. El que deja mal a Zidane, al que se le fue la mano con su experimento. El descanso selectivo era de aplaudir. El desmantelamiento del once obliga a la reflexión al entrenador. Tiene una plantilla larga, pero hay que gestionarla con coherencia. Su equipo fue irreconocible. Se pareció al Real Madrid lo que un politono se parecía a la canción original. Simple reminiscencia gracias a que la camiseta y el estadio ayudaban a recordar en ese jaleo quién era ese equipo. Zidane puso en peligro su récord.

El Deportivo se plantó serio, con la cabeza alta. Venía de una goleada y eso siempre ayuda. Creyó siempre que podía hacer daño. Y podía hacer daño. Y lo hizo. Borges cabeceó al palo un balón que, tras su encuentro con la madera, no entró porque no quiso. Por esas cosas que tiene el Bernabéu y que tiene el Madrid, que no se pueden explicar. Durante años aquel ángel pareció propiedad privada de Iker Casillas, pero su marcha demuestra que no, que hay cierto embrujo en esa portería para que goles que deberían subir al marcador se desvanezcan en un agujero negro.

Hubo un momento en el que el partido parecía una rutina más, con más intensidad cuando marcó Morata. Algunas veces su carencia de fe resulta molesta. Pero de repente caza un balón en la frontal en el que nadie cree y hace un truco de magia. Se revolvió y soltó la pierna derecha cuando nadie imaginaba ese disparo. Un zapatazo al palo largo que ponía a un mal Madrid por delante. Y nadie se extrañaba.

Pero en la pócima de Zidane había un elemento inestable que a punto estuvo de hacer saltar por los aires el partido, el récord y el buen ambiente que reinaba en La Castellana. Casemiro, al que nadie pide que sea un prodigio con el balón en los pies, ha terminado por creerse que puede jugar en el Real Madrid sin ser un prodigio con el balón en los pies. Montó un lío monumental siendo el último defensa y la bola le cayó a Joselu, que acababa de entrar al césped del Bernabéu. Y la coló en la escuadra como llevaba soñando toda la vida, aunque con otra camiseta.

El gol del Depor sopló el castillo de naipes y el Madrid tembló hasta caer. Dos minutos después, Andone centró al área, Joselu ganó por la mano a Ramos y definió ante Keylor. La alegría de volver a ver a Joselu ser feliz después de tanto sufrir no se instaló en la parroquia blanca, que ya no veía al delantero como uno de los suyos. No veía nada más que una nube negra, en realidad, la que empezó a cernirse sobre Zidane, que estaba echando un gran borrón.

Pero cuando faltaban seis minutos, el Madrid volvió a trascender lo real y se convirtió en algo inexplicable. En un futuro, cuando en la Tierra no queden más que ordenadores encargados de escribir toda la historia de un mundo que quedó atrás, ni siquiera su suprema inteligencia no les permitirá explicar ciertos pasajes de la leyenda blanca. Mariano, con el cogote o la nuca, o el hombro, o con un milagro, mandó un centro de Lucas a la red. Empató. Podría ser suficiente después del sufrimiento en cualquier estadio del mundo. En cualquiera menos en uno en el que esté Sergio Ramos sobre el césped.

El realismo mágico se define como el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. Sergio Ramos es puro realismo mágico. Sergio Ramos es la magia del Real.

Así fue el gol del Sergio Ramos que dio la victoria al Real Madrid al 92′. Foto tomada de Marca.
Así fue el gol del Sergio Ramos que dio la victoria al Real Madrid al 92′. Foto tomada de Marca.

(Tomado de Marca)