Cuando Juan Miguel Echevarría sintió que su lesión en el bícep femoral le impedía saltar por sexta vez, se arrodilló justo sobre la tabla de despegue y golpeó el suelo con los puños. «Lloré pero no por la alegría de la medalla de plata -dice- sino por el dolor de perder el oro».
Hasta hacía solo cinco minutos Juan Miguel iba a convertirse en campeón olímpico. Llegaba al último salto como el líder de una prueba discreta, en la que su brinco de 8.41m parecía bastarle para el título. Y de hecho fue la marca ganadora, pero el griego Miltiadis Tentoglou lo igualó en el intento final y lo sacó de lo más alto gracias a un segundo mejor resultado.
Todo ocurrió en los últimos compases de la prueba. El europeo, líder del año, ante el caribeño, número uno de la clasificación. Cosas del deporte, dirán algunos. En Sydney 2000 a Cuba le tocó disfrutarlas con aquel brinco postrero de Iván.
Hoy a Pedroso le tocó estar en las gradas animando a Juan Miguel, y también a un Maikel Massó ganador de una medalla de bronce que pasará a la historia. Solo en dos ocasiones previas Cuba había disfrutado más de una presea olímpica en una misma prueba: en 1996 con los nadadores Rodolfo Falcón y Neisser Bent, y en 2004 con las martillistas Yipsi Moreno y Yunaika Crawford.
Esta tercera vez llegó marcada por la sorpresa de Maikel, dueño de unos 8.21m en su primer intento que lo pusieron dentro del podio. Desde ese momento nunca más lo abandonó, aunque un tirón en su pierna derecha también lo sacara rápido de competencia.
Foto: Reuters.
«Esta medalla marca un paso importante. El próximo año vendrá un Massó diferente. Es una sensación increíble y nunca me había sentido así. Espero cosas mejores en el futuro», aseguró.
En una final reñida, Massó decidió no realizar sus cuatro últimos saltos y se dedicó a observar a Juan Miguel. Cuando terminó ambos se abrazaron junto al cajón de arena que los vio consagrarse.
«En cada intento di lo mejor de mí -asegura Juan Miguel- aunque realmente el salto donde aposté menos fue el de 8.41m. No obstante, desde que vi la competencia sabía que el griego era el único que podía saltar más que eso, y al final igualó mi marca».
«Me duele la vida, el alma, la pierna. Me duele todo. Me esforcé al máximo hasta que pudiera. Soñé tanto a Cuba en lo más alto del podio que ahora siento que perdí. Me pesa más la derrota que la medalla de plata», confiesa el subcampeón.
Es una sensación que muchos tienen ahora, por el calor del momento y porque realmente era posible este título, pero no pudo ser. Pero dentro de unas horas, mañana, pasado, habrá que pensar también cuánto significa para el presente y para el futuro, esas preseas olímpicas al cuello de dos jóvenes que ni siquiera pasan de los 22 años.