La verdad también vino en Caravana

Octavo día de enero de 1959. Jamás las calles y plazas de La Habana soportaron tanto peso humano (físico, sentimental y patriótico). El propio Fidel no podría aguantar la tentación o la necesidad de decirlo, casi al concluir su discurso en el Campamento Militar de Columbia, convertido luego en Ciudad Escolar Libertad, cuando afirmó:

«…creo que los actos del pueblo de La Habana hoy, las concentraciones multitudinarias de hoy, esa muchedumbre de kilómetros de largo –porque esto ha sido asombroso, ustedes lo vieron; saldrá en las películas, en las fotografías–, yo creo que, sinceramente, ha sido una exageración del pueblo, porque es mucho más de lo que nosotros merecemos».

Y, desde luego, un rotundo Nooo inundó el éter, desde el pecho, a coro, de la multitud congregada allí.

Pienso que tampoco, nunca –y mucho menos en ese lugar– se habló con tan meridiana transparencia. Había prevalecido tanto la mentira desde inicios de siglo; por ello, con esa envidiable y certera visión que siempre tuvo, Fidel transmitió una grandísima verdad, corroborada con creces por el tiempo:

«Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y, sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil».

Tal vez muchos imaginaron que se refería solo –o, sobre todo– a la reacción sucesiva por parte de un vecino demasiado arrogante y prepotente para aceptar, así como así, una Revolución en sus propias narices… Estos 65 años lo han demostrado.

Sin subestimar tal peligro, el Comandante pensaba con toda claridad, también, en el contexto interno. Y alertó cómo dentro del propio país podían gestarse enemigos de la Revolución, incluso en las filas de los revolucionarios.

No por casualidad –y con el caudal heredado a pupila en libro, de Martí– le concedió siempre supremo valor a esa unidad que suma seis décadas y media haciendo humo negro las intenciones de quienes dirigen y articulan la política de Estados Unidos contra Cuba.

Octavo día de enero de 2024. He ahí –o he aquí– el saldo de aquella Caravana de Libertad y de aquella frase que tampoco por azar volvió a rememorar el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, el pasado 22 de diciembre, ante la Asamblea Nacional y el pueblo de Cuba, al recordar cuánta razón tuvo Fidel cuando dijo que en lo adelante todo podía ser más difícil.

Lo ha sido. Lo es. Solo que, como 1959, no hay miedo.

HOY COMO AYER, LA MISMA CARAVANA VICTORIOSA

El céntrico parque espirituano Serafín Sánchez fue tomado en la mañana del pasado sábado por protagonistas de aquel histórico acontecimiento y generaciones actuales para esperar, en verdadera expresión de júbilo, a los barbudos de estos tiempos.

Allí, Abraham Sánchez, primer secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) de Sancti Spíritus, convocó a que 2024 sea «un año de entrega al trabajo, de crecimiento ante las dificultades y de cuidar la unidad más que a la niña de nuestros ojos».

El pueblo de Santa Clara, en el parque Leoncio Vidal –el mismo lugar donde Fidel hablara a sus compatriotas el 6 de enero de 1959– recibió a los pinos nuevos que reeditan la gloriosa gesta.

El máximo dirigente juvenil del territorio, Hermes Germán Aguilera Pérez, evocó a los héroes que nos legaron la soberanía, con los cuales existe el compromiso de no fallarles jamás.

En la tarde, en el municipio de Cruces, los santaclareños entregaron a los cienfuegueros la bandera cubana y la del Movimiento Juvenil Martiano, al que está dedicada la Caravana.

La ciudad marinera, reunida en el parque Martí, fue escenario de vítores, canciones, danzas y encendidos actos de oratoria en favor de la Revolución Cubana; además, mostraron su disposición a no ceder, en ningún frente, ante el asedio del imperialismo.

El itinerario dominical de la Caravana inició en suelo arabense, en Matanzas, donde Raúl Escalona, Juan A. Olivera, José Braulio Pozo, Rider Luis Pérez, y Eduardo Pérez, combatientes que realizaron la travesía hace 65 años, vieron emocionados a los jóvenes continuadores de la epopeya.

Como es tradición, durante la noche, en el Parque de La libertad –situado en la cabecera provincial– se reconoció a un grupo de trabajadores por su desempeño laboral, y a jóvenes se les entregó el carné que los acredita como militantes de la UJC.