Ojo de buen epidemiólogo

Manzanillo.- Nadie en Cuba sería capaz de rebatir los criterios del doctor Francisco Durán García, director de epidemiología del Ministerio de Salud Pública: todos los días a las 9 de la mañana, y en cadena nacional de radio y televisión, cada palabra, expresión y gesto del avezado especialista lleva la fuerza de un profesional que ha dedicado buena parte de su carrera a esa rama.

Desde que en la Isla comenzó el combate contra la Covid-19, el también especialista en Psiquiatría, encomia la labor que se desarrolla en la oriental provincia de Granma, pero durante la semana anterior, el tono del profesor Durán hacia el pueblo granmense es otro: el de la permanente alerta.

Este territorio estuvo, por meses, entre los de más baja tasa de incidencia por infección del nuevo coronavirus, la población resultó la menos afectada por la letal enfermedad y al parecer, ahí está el detalle: quizás la confianza le ganó al peligro y, desafortunadamente, ya la nueva normalidad es otra en esta porción del Este de la Mayor de las Antillas.

Manzanillo

La declaración de transmisión autóctona limitada la tenemos “detrás” de la oreja porque la notificación de casos positivos va en ascenso por día y en ello la mayor cuota la llevan las actitudes irresponsables de decenas de personas, desde Cauto Cristo hasta Pilón.

Los manzanilleros no pueden darse el “lujo” de disminuir la percepción del riesgo, porque con los cinco casos reportados como positivos al nuevo coronavirus el fin de semana, aquí casi se alcanza el centenar de enfermos.

Un dato para meditar: esta costera localidad granmense tiene un sitio en el podio de los municipios donde vive mayor cantidad de personas de la tercera edad en Cuba: los adultos mayores, sector poblacional que de padecer el Sars-Covs-2 corre mucho peligro.

Cierto es que tenemos que salir de casa a buscar los alimentos del día (que no siempre aparecen rápido y a buen precio), pero eso no debe conducirnos a poner en riesgo la salud individual, familiar y colectiva.

Los mecanismos de distribución de alimentos merecen en la Ciudad del Golfo de Guacanayabo una revisión para extender a más sitios la venta de productos, pero creo que esa no sea la solución definitiva porque al cubano, aunque usted le diga que su vida corre riesgo, a muchos no les importa porque llevan en la sangre la necesidad de estar cerca, disfrutan del molote y el “pega pega”, cuestiones que hoy tienen asociado un altísimo peligro de enfermar y, en el peor de los casos, conducir a la muerte.

Los medios de difusión y sus profesionales tenemos el compromiso de no cansarnos en el propósito de incrementar los mensajes de alerta, precauciones, protección e insistir en las acciones que permitan cumplir los protocolos sanitarios orientados por el Ministerio de Salud Pública.

A casi un año de que la Covid-19 hiciera acto de desagradable presencia en el panorama cubano, solo se me ocurre comparar a los indisciplinados con las actitudes irreverentes de los niños, aunque llevarían otra valoración más despectiva porque, precisamente, los menores nos brindan cada día una lección de cuidado permanente: soportaron los durísimos meses de la cuarenta y en ninguna escuela hubo transmisión del nuevo coronavirus.

Ahora bien vale poner “las bardas en remojo” porque “a vista de buen epidemiólogo” como el doctor Francisco Durán García, el “horno” en la oriental provincia de Granma no está para galleticas.

Por Roberto Mesa