Tamara Duvallón, grande en su virtud de sanar

Tamara Duvallón Mompié es ejemplo de consagración en la enfermería por más de cinco décadas de desempeño // Foto Denia Fleitas Rosales

Aunque el rostro de esta manzanillera de piel cobriza atestiguan el paso del tiempo, son sus palabras el principal aliento para aquellos que llegan con malestar y dolor a los salones del policlínico número tres René Vallejo Ortiz, a escasos metros del Golfo de Guacanayabo.

Recuerda Tamara Duvallón Mompié sus inicios en la profesión de píldoras, jeringuillas y cuidados asistenciales a quienes le rodean, y su graduación en el lejano 1962, para empezar a dar pasos certeros en esa suerte de vocación humana que inspira a los más de dos mil 280 enfermeros y enfermeras de este municipio costero.

A los conocimientos básicos como auxiliar, le fue incorporando nuevas experiencias y estudios, con los que llegó a licenciarse y edificar una trayectoria que suma más de cinco décadas de dedicación a la salvaguardia de niños, jóvenes, adultos, ancianos, enfermos o no.

Su sonrisa, la jovial forma con la que llega junto al paciente y le motiva a conversar, en dulce tono, y la expresión de ánimo que se refleja en los rostros por sus suspiros de alivio, detallan la grandeza de esta mujer.

Presta a hacer “lo que se necesite en cada momento”, asegura que “si volviera a nacer volvía a ser enfermera, y mira que no me he jubilado todavía; a pesar de que dicen que cuando uno se pasa de edad uno va perdiendo, pero yo voy ganando, porque todos los días la quiero más”.

Su grado de sensibilidad resalta al decir que “al atender a alguien cuando me necesita yo me siento grande, grande, grande”; y lo es en verdad, porque servir y sanar con las dosis del alma es una virtud.

Esta fémina manzanillera, siempre sonriente, ha ganado el cariño de todos a su alrededor // Foto Denia Fleitas Rosales
Tamara cuenta con múltiples reconocimientos por su abnegación en la enfermería y el cumplimiento de tareas sindicales // Foto Denia Fleitas Rosales