La explosión de La Coubre y la consigna de ¡Patria o Muerte!

El vapor francés La Coubre arribó a la rada habanera procedente de Amberes, Bélgica, en la mañana del 4 de marzo de 1960, con 100 toneladas de granadas y municiones, en cumplimiento de los contratos firmados con la industria bélica de ese país, principalmente para la adquisición de los Fusiles Automáticos Ligeros (FAL), considerados entre los mejores de su época.

Poco después de las tres de la tarde la nave explotó sorpresivamente, mientras se descargaban los explosivos en el entonces muelle de la Pan American, hoy La Coubre, levantando un hongo de un kilómetro de altura sobre el cielo azul de la capital cubana. Cundió la alarma en toda la ciudad y comenzaron las labores de auxilio en el lugar hasta que otro estallido, más poderoso, ocasionó la mayor cantidad de muertos.

Fidel Castro y otros altos dirigentes se dirigieron al sitio del siniestro y solo por minutos de diferencia no coincidieron con la segunda detonación, programada evidentemente para descabezar la Revolución, teniendo en cuenta que estar en la primera línea de los acontecimientos y del enfrentamiento en tiempos difíciles era una práctica inalterable inspirada en el ejemplo del líder cubano.

La vil acción acabó con la vida de más de 100 trabajadores y combatientes, incluyendo seis marinos galos, y causó centenares de heridos.

En investigaciones realizadas de forma inmediata, especialistas cubanos lanzaron desde aeronaves cajas de municiones y granadas que venían en la embarcación, sin que estallaran, lo cual demostró que el sabotaje había sido organizado por la CIA y sus cómplices mientras el barco se encontraba en Europa, probablemente al instalar un artefacto explosivo en alguna caja que se activó cuando fue movida.

Durante los años posteriores, una cadena de eventos evidenció el papel ejecutor de los EE.UU. pues la nave tuvo como pasajero al periodista estadounidense Donald Lee Chapman, quien desembarcó antes de arribar La Coubre a su destino, algo un tanto inusual en un barco que transportaba ese tipo de carga y aún no está clara su presencia en la embarcación.

Se conoció posteriormente la presunta participación y apoyo en el hecho del dictador dominicano Leonidas Trujillo, al quedar desclasificada una nota secreta enviada el 25 de marzo de 1960 a R.R. Rubottom, secretario asistente de Estado para los Asuntos Interamericanos por el entonces embajador norteamericano en República Dominicana, Joseph S. Farland, en la que informaba que “a través de una fuente militar se había podido confirmar que Porfirio Rubirosa, exoficial del ejército, era uno de los que estaba detrás de los acontecimientos del barco francés”.

Igualmente refería que por otra fuente se supo que el reciente viaje a Bélgica del general Espaillat, exjefe del Servicio de Inteligencia Militar de Trujillo, había sido con el propósito de “crear los mecanismos de sabotaje”.

Hasta el momento, el gobierno norteamericano y su comunidad de inteligencia se han negado a desclasificar documentos sobre el suceso.

Fidel sacó las conclusiones del criminal atentado como preludio de una invasión mercenaria al país, y alertó al pueblo para la difícil situación que enfrentaría, al tiempo que denunció en la despedida de duelo de las víctimas del sabotaje el 5 de marzo los planes imperialistas.

En ocasión de aquellos dramáticos hechos enarboló la consigna que hasta ahora acompaña a los revolucionarios cubanos: […] sabremos resistir cualquier agresión, sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir Patria. Y la disyuntiva nuestra sería ¡Patria o Muerte! […]”. (Jorge Wejebe Cobo, ACN).